En su regreso a Escocia, Áine espera encontrar un poco de calma. Contrario a ello, encuentra el amor de una manera tan peculiar que agita toda su vida.
Termina enamorada de una criatura que ni en sus más recónditas pesadillas hubiera imaginado.
Amb...
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Han pasado meses desde que Áine y Eddie pisaron por última vez la casa de él. Esa casa donde se entregaron por primera vez, donde Eddie le mostró las fotografías de su familia y donde pasaron la tarde juntos, antes de los asesinatos...
Los cuatro entran con cautela a la cabaña que está cubierta en su totalidad por una capa de polvo, desde el piso hasta los muebles.
Eddie se queda a mitad de la sala mirando todo a su alrededor. Le parece familiar, pero aun así, su mente sigue sin querer recordar algo. Se acerca a las paredes y pasa su mano por las marcas en la madera de las paredes donde alguna vez clavó sus garras.
—Un lobo enojado puede llegar a ser muy agresivo —explica Áine, detrás de él.
Eddie no le responde, solo sigue pasando su vista por cada detalle dentro de aquel lugar.
—¿Estás bien? —ella le toca el hombro.
—Siento como si hubiera recuerdos en cada rincón de esta casa y son invisibles para mí —suspira—. Por más que intento, no puedo recordar —se frota el arco de la nariz.
—Tranquilo... Tomará tiempo —lo alienta con una dulce voz mientras lo abraza por la espalda—. Yo sé qué cosas son importantes para ti y me encargaré de cuidarlas.
Cedrick y Brigitte recorren lentamente la cabaña para familiarizarse con ella y regresan con los chicos.
—Debemos empezar ya, si queremos terminar antes del anochecer —ordena Cedrick. Los demás asienten.
Brigitte y Cedrick limpian un poco la casa y sellan las ventanas mientras que Eddie, con ayuda de Áine, toma las cosas que eran de valiosas para él y las llevan a resguardar hasta la cripta. Saben que la casa se convertirá en un campo de batalla y no pretenden arriesgar los pocos recuerdos que quedan para el chico.
Todos tienen una mezcla de emociones y miedos, pero hacen su trabajo de manera correcta. Colocan las trampas para osos en los lugares que acordaron, cargan sus armas y Cedrick coloca un bote de gasolina lejos de la chimenea que acaban de encender para calentarse.
Se sientan todos juntos, iluminados únicamente por el fuego frente a ellos y esperan.
No saben cuánto tiempo llevará para que Dmitri aparezca, no saben con qué actitud lo hará, pero sí saben que no será una muy amistosa. Así qué, solo se aferran de la fe en que todo saldrá bien.
Áine se sienta a un lado de Eddie y saca un frasco de mermelada de arándanos que su abuela solía cocinar, pero ahora la prepara ella. Toma un poco de pan de su mochila y les entrega uno a cada uno.
Brodie se echa en los pies de ellos. Saben que es una misión casi suicida, pero han preferido llevar al cachorro con ellos a dejarlo solo en casa donde nadie puede alimentarlo.
Eddie toma el trozo de pan con mermelada, pero no lo come. Está con la mirada perdida en una pequeña foto que ha llevado con él. Es aquella donde está con sus padres en su forma licántropa.