XI - Orden y caos

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Eddie y Áine entran a la cabaña una vez que se aseguraron que el hombre se alejara de ahí

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Eddie y Áine entran a la cabaña una vez que se aseguraron que el hombre se alejara de ahí. Ella quiere preguntarle si todo está bien con eso pero se queda atónita al ver el desastre por todos lados. Camina encima de los cristales rotos y pasa su mano por las marcas en la madera de las paredes donde el lobo clavó sus garras.

—Bueno, ésta es mi casa —murmura él con vergüenza—. Me hubiera gustado que la conocieras en otras condiciones.

—¿Por qué ocurrió todo esto? —lo voltea a ver.

—Pues... Un lobo enojado puede llegar a ser muy agresivo —suspira—. Te juro que mi versión humana nunca haría esto.

—No creo que puedas —ambos ríen.

Áine ve una fotografía encima de los vidrios y la toma con sus manos. Es la misma que hizo llorar a Eddie días antes.

—¿Quiénes son ellos? —pregunta sin dejar de mirarla.

—Mis padres —murmura.

—¿Eran humanos? —arquea las cejas con confusión.

—Prometo contarte esa historia en su momento —suspira y le quita delicadamente la fotografía para verla entre los dos—. Pero sí, ellos eran mis padres.

—¿Éste eres tú? —señala al lobezno de la imagen.

—Sí, cuando era apenas un cachorro.

—¿Cuántos años tienes? Sé que no tienes 25 —pregunta finalmente.

—Biológicamente tengo 25 —compone su garganta—. Cronológicamente tengo 157 años.

—¡¿Qué?! —abre su boca completamente y Eddie se echa a reír de su expresión.

—Desde un principio te aclaré que era un anciano —se encoge de hombros mordiendo su labio inferior.

—No creí que fuera algo literal -ríe nerviosa—. ¿Por qué no te quedaste pequeño? —lo mira a los ojos.

—Pequeño ¿Cómo? —sonríe y frunce el ceño.

—Así como estás en la foto ¿Porqué creciste hasta el punto de aparentar 25 años y ahí te quedaste?

—Dejamos de crecer al cumplir 25 años, a partir de ahí nuestra edad es sólo cronológica. Eso es con el fin de poder procrear y cuidar a la manada correctamente, cuando existe una.

—¿Tienes o tuviste una manada alguna vez? —inquiere con una dulce voz.

—Como dije, algún día te contaré la historia completa —pone la fotografía sin marco sobre la chimenea y se acerca a la chica—. Prometo decirte todo sobre mí pero en otro momento —la toma de la mano.

—Comprendo —le sonríe. No quiere obligarlo a hablar de algo que no está preparado ni quiere presionarlo. Sólo deja pasar el asunto sin darle mucha importancia.

El Lobo que soñó con ser Hombre - 1 y 2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora