II - Luna Menguante

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Es de noche y el bosque se mantiene en calma, no corre el viento y el ruido del pueblo no llega a perturbarlo

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Es de noche y el bosque se mantiene en calma, no corre el viento y el ruido del pueblo no llega a perturbarlo. Parece un escenario congelado en el tiempo, no hay movimiento alguno.

A excepción del pequeño ciervo.

Huye desbocado entre los árboles en un intento de salvar su vida. Detrás de él corre un depredador que le triplica el tamaño. Es una criatura que asustaría a cualquiera en su paso, no sólo al ciervo.

Tiene forma canina, se desplaza en cuatro patas y su pelaje negro lo hace camuflajearse fácilmente en la oscuridad de la noche. Es un ser astuto y veloz.

Antes de que el ciervo lo note, lo tiene encima de él desgarrando sus músculos. Lo desmiembra con una agilidad como si tuviera años de experiencia en ello y empieza a comer del festín.

Ahora sólo se escuchan sus colmillos devorando la carne y sus ojos teñidos de rojo iluminan como pequeñas linternas el sombrío bosque.

El crujir de una rama se escucha a la distancia. El lobo deja de comer y planta sus patas sobre el piso en posición de alerta. Escanea con sus grandes ojos toda el área y entrecorta su respiración para escuchar mejor.

Algo más se desplaza por el bosque. Camina sigiloso hacia la fuente de sonido y se detiene.

Es ella.

Áine camina despreocupada entre los árboles ondeando su hermoso cabello rojizo con su andar.

Los ojos del lobo se apagan.

Pasan del tono carmesí a un color amarillo sólo para observarla. Se extraña de ver a alguien en lo profundo del bosque, y más a esas horas de la noche.

Decide dejar su cena a medio comer y va tras la chica. Camina unos metros detrás de ella, usando los árboles como escondite. Sus pisadas son tan ligeras que ella ni siquiera lo nota.

Áine sale del bosque y camina de regreso a la casa. El lobo se detiene en la oscuridad para mirarla alejarse. Se sienta sobre sus patas traseras y levanta las orejas como dos antenas para prestar atención.

—¿Cómo te fue? —pregunta el hombre dentro de la casa.

—¡Fantástico! —responde la chica al cerrar la puerta.

Por primera vez conoce su voz. Su melodiosa voz. El corazón del lobo se agita un poco y decide quedarse como esperando a que ella salga de nuevo.

Áine se despide de su tío y sube a su recámara. Está agotada por lo sucedido durante el día y sólo desea descansar.

Se quita el pesado abrigo de encima y se coloca un pijama. Cepilla sus dientes, trenza su largo cabello y antes de meterse a la cama, sale al balcón.

La luna está en su punto más alto del cielo pero aún se ve pequeña. Ella quiere verla completa pero la luna menguante la tendrá que hacer esperar. Sigue explorando el cielo con sus ojos y analiza cada pequeña estrella que lo adorna.

—Fue un día increíble, ojalá ustedes también estuvieran aquí —susurra. Se recarga en la orilla del balcón y echa un suspiro al aire—. El tío Cedrick no ha cambiado nada, sigue siendo el mismo dulce hombre que conocí en mi niñez, estoy segura que si estuvieran aquí ya estarían compitiendo por ver quién me quiere más mientras la abuela cocina aquellos panqueques de moras y nos regala un trozo para callarnos sutilmente —sonríe—. Sé que esos momentos no volverán pero es lindo recordarlos.

Ella no lo sabe pero una mirada intensa la observa desde el bosque y gracias a su agudo sentido del oído, también puede escuchar cada palabra que dice.

Continúa hablando hacia el cielo como lo hace cada noche antes de dormir desde que sus padres se fueron.

—El tío Cedrick no ha perdido su encanto —ríe para ella—. Hace rato volvió a hacer la broma del lobo en el bosque.

La criatura que la vigilaba abrió sus ojos en grande. Tiene el pequeño temor de que sepan de su presencia en Aberfoyle.

Duda si quedarse o irse.

—Los hombres lobos no existen —agrega Áine, haciendo que le preste atención de nuevo—. O al menos eso creo yo —concluye con una risa ingenua.

El lobo mira el suelo y repite en su cabeza esas últimas palabras. Piensa que fué una tontería haber seguido a la chica hasta ahí y decide marcharse.

Vuelve hasta el cadáver del ciervo y come un poco más antes de continuar su camino.

Llega hasta una cabaña en el corazón del bosque. Está hecha de madera de roble, es pequeña y no hay ninguna luz iluminando su interior.

El lobo camina hasta la puerta trasera de la casa y la empuja con una de sus patas. Recorre la casa despreocupadamente hasta llegar a la habitación y se echa a dormir sobre las cobijas de la cama.

🌕

Áine se queda sobre el balcón pensando en su vida, su pasado y su futuro. Antes de que sus padres murieran dejó la universidad, a pocos meses de terminar su carrera porque comprendió que no quería pasar toda su vida sentada tras un escritorio anotando números en monótonas hojas de papel.

Ella tiene un alma libre. Adora los paseos por el bosque, sumergir sus pies descalzos en el agua, hablar con los animales y cualquier otra actividad que implique el neto contacto con la naturaleza. Desde pequeña era así y lo seguirá haciendo aún más porque ahora tiene la edad suficiente de defender sus ideales.

Se mete en la cama y sigue mirando el bosque por la ventana. No sabe qué hacer con su vida de ahora en adelante pero de algo está segura: quiere vivir su vida al máximo sin importar lo que los otros piensen. Quiere hacer lo que le apasiona y dedicar todo su empeño y su amor en ello. No tiene idea de cómo hacerlo pero sabe que lo logrará.

Sólo necesita un impulso para comenzar a hacerlo.

Sólo necesita un impulso para comenzar a hacerlo

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⚜️𝕹𝖔𝖙𝖆 𝖉𝖊 𝖆𝖚𝖙𝖔𝖗𝖆⚜️

Chicxs, hasta aquí éste capítulo. Es un poco corto pero necesario para ponerlxs en contexto.

Hoy subiré capítulo doble♥️

✨¡Tengan un excelente día!✨

El Lobo que soñó con ser Hombre - 1 y 2 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora