En su regreso a Escocia, Áine espera encontrar un poco de calma. Contrario a ello, encuentra el amor de una manera tan peculiar que agita toda su vida.
Termina enamorada de una criatura que ni en sus más recónditas pesadillas hubiera imaginado.
Amb...
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Son las ocho de la mañana y ya están de camino al pueblo. Eddie y Áine van en los asientos traseros de la camioneta, tomados de la mano. Ella tiene unas sutiles ojeras enmarcando sus ojos, producto de las escasas horas dormidas la noche anterior.
Eddie, por su lado, se ve radiante. Sus ojos han vuelto a la normalidad y ha dormido profundamente. Tanto, que se llevaron un gran susto cuando Cedrick les golpeó la puerta muy temprano. Tuvieron que buscar sus ropas en el suelo y ponérselas de manera apresurada.
Ni siquiera la gélida noche les impidió dormir desnudos y abrazados después de entregarse completamente al otro.
Durante el trayecto, Áine ha notado que, mientras su tío sujeta la palanca de los cambios, Brigitte desliza uno de sus dedos por el antebrazo de él, ambos se voltean a ver y sonríen mirando al frente.
Áine suspira y agita la cabeza para sacarse los pensamientos que esa escena le ha ocasionado.
Recorren las calles de Aberfoyle a pie unas cuantas cuadras antes de llegar a la tienda de caza donde pretenden comprar un cargamento de armas y trampas, las suficientes para acabar con un ser inmortal.
Aunque todos caminan de manera apresurada, Eddie y Áine lo hacen unos pasos atrás de los otros dos y tomados de la mano. Ambos visten de manera combinada y eso les agrada. Él no recuerda su chaqueta de piel que tanto amaba porque se ha acostumbrado al estilo de ropa que Cedrick le obsequió desde que llegó a su casa. Las camisas a cuadros, botas militares y chamarras de cazador son su vestuario diario.
El chico, de pronto se detiene en la acera de la calle principal. Está frente a una de las ventanas de la cafetería, esa donde tuvo su primera cita con Áine.
No es la cafetería en sí lo que llama su atención, es un pequeño cartel pegado en el vidrio. Apenas se puede leer, el tiempo y las nevadas lo han desgastado, pero Eddie lo arranca y mira la leyenda "Toque de queda a las ocho. Nadie debe salir después de esa hora. Esto no es un simulacro: Un hombre lobo ronda las calles de Aberfoyle"
Él busca el rostro de Áine con una mirada angustiada. Es algo que también ha olvidado, pero sabe que esa advertencia era por él.
—El toque de queda regresa —interviene un hombre con uniforme de la cafetería. Trae un puñado de copias borrosas del mismo cartel, pero más nuevas. Pega una en donde Eddie ha quitado el otro y se gira hacia los chicos—. Ya van tres hombres que aparecen muertos y desmembrados por las mañanas en algún rincón del pueblo... El maldito hombre lobo regresó —el hombre niega con la cabeza y regresa al interior del establecimiento.
"El maldito hombre lobo regresó", Eddie traga saliva tras escucharlo. Cedrick y Brigitte regresan hasta ellos al oír aquella información.
—¿Qué haremos? —pregunta Áine, casi susurrando para que nadie los escuche.
—Apresurarnos —responde el hombre—. No queremos ser los siguientes en aparecer en la primera plana del periódico local...
