Jason decidió no revelarle al resto la ubicación del tesoro. Eso implicaba que Zaine debió acompañarle cada vez que deseaba recoger el oro o vender algún artículo. El cazador no sabía en qué el mercenario gastaba el dinero, pero las dos semanas posteriores habían viajado al Refugio al menos en siete ocasiones para descuartizar el cadáver del wyberno blanco.
Jason le puso aquel nombre para molestarlo. Diciéndole que era un lugar secreto solo de ellos dos.
Zaine se limitaba a rodar los ojos e ignorarlo. Lamentablemente no podía hacer lo mismo con las reacciones de su cuerpo. Las que se volvían más incómodas a medida que pasaba más tiempo con el mercenario.
Estar cerca de él le ponía nervioso al punto que las palmas de las manos comenzaron a sudarle. Zaine podía disimularlas. Con agarrarse del pelaje de Noche mientras montaban tenía suficiente, por mucho que el mercenario expresara su inconformidad.
Con lo que no sabía lidiar era con los sonrojos.
Zaine no podía evitarlo. Jason disfrutaba molestarlo, y si se limitase a insultarle como hacía esa chica Aineri que aparecía y desaparecía como el viento no sería la gran cosa para el cazador.
Pero no.
El mercenario le susurraba palabras coquetas al oído o se le acercaba por los costados con insinuaciones bajas que le revolvían el cuerpo desde adentro.
Sobre todo luego de su último duelo.
Jason había insistido en que Zaine tuviese encuentros como esos con él al menos una vez por semana. Pero el cazador se las había arreglado hasta ahora para evadirlo. Zaine no quería admitir el efecto que la presencia de Jason tenía sobre él.
Porque sabía que solo se estaba burlando de él.
Entrenar a los niños demostró ser un reto para Zaine. No porque fuese difícil, sino porque eran muchos y sus horarios estaban desbalanceados.
Jason no era disciplinado con el adiestramiento, por lo que muchos habían perdido las formas y aprendido con su propio estilo. El ejemplo más claro era Ayala. La joven siempre fue respetuosa pero tras el duelo la muchacha se convirtió en una especie de lacayo para él. Cada mañana era la primera en llegar a los entrenamientos y la última en marcharse. Le acompañaba mientras chequeaba a los animales y junto con Kaya y Amal le ayudaron a construir un nido para el huevo de wyberno.
Aún recordaba el rostro de Kaya cuando lo vio. La muchacha se asustó mucho por lo grande que era y la forma en que brillaba cuando lo acercaban al fuego. Les tomó un tiempo entender que el brillo implicaba que la cría sufría. Así que debieron construirle una especie de caja para incubarlo. Jason sugirió usar paja en vez de mantas para rodearlo y Amal llenar vasijas de agua caliente a su alrededor. El resultado final fue una especie de caja hueca capaz de abrirse para cambiar la paja y el agua.
Kaya asumió la tarea de cuidarlo cuando Zaine estaba afuera con Jason. Al cazador le preocupaba no tener el control del desarrollo del huevo. Y la promesa del mercenario de conseguir libros al respecto con Hurguen se volvía cada vez más lejana.
Ese día Zaine había ido a chequear los venados con Ayala. La muchacha estaba feliz de ver que su cría estaba creciendo. El cazador le recordó que los venados se desarrollaban rápido, sobre todo las hembras, quienes pronto madurarían y estarían listas para dar leche.
– ¿No es raro? – le preguntó la muchacha.
Se encontraba recostada sobre los postes de madera que aislaban a los ciervos. June, como nombró al joven macho, comía la hierba que le ofrecía desde su mano
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Crónicas de la Superficie: Los Condenados
RomanceEn un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por sobrevivir. Tras ser perseguido por soldados de una civilización más avanzada a través del interminable desierto, el cazador busca refugio en...