Jason aferró aquella mano con la misma fuerza que sujetaba sus armas al pelear. Como si su vida dependiese de aquel fino hilo y en cuyo extremo yacía el fin de su existencia.
Mientras Noche atravesaba la nube de humo el tiró del cuerpo de Zaine. A pesar de la humareda, Jason percibió el olor de la sangre incluso antes de sujetar aquella mano. Colocó el cuerpo del cazador delante suyo, fijándole por la cintura con su brazo, como un grillete. Percibió como el muchacho apoyaba la cabeza sobre su pecho, con aquella respiración agitada, como si se estuviese ahogando.
Arreó a la pantera moteada, haciéndola apurar el paso y alejarse entre los árboles.
Mientras atravesaba el bosque en un intenso galope, Jason podía oler el profundo hedor de la sangre brotando del cuerpo del cazador. Zaine había caído inconsciente, pero el mercenario no había podido detenerse a evaluar la gravedad de sus heridas o el ritmo de su corazón.
Pasó la última media hora concentrado su atención en sacarlos vivos de aquella trampa mortal en la que el cazador se había metido. Pero ahora, mientras el aire le rasgaba el rostro de forma dolorosa, comprendió que la frialdad que sentía no provenía del azote de la brisa contra su rostro.
Sino del cuerpo inerte que sostenía contra su pecho.
Debido a la hemorragia de Zaine, Jason se vio obligado a dirigir la huida hacia el río, pues habían estado dejado un rastro que los hombres de Estigia no demorarían en seguir.
Había obligado a Noche a correr dentro del agua y río abajo. El leopardo era una bestia capaz, pero había estado andando todo el día, e ir río arriba acabaría con las pocas energías que le quedaban.
Jason chasqueó los dientes, deteniendo a la pantera casi en un paso seco. Un pasaje oculto del río, donde el pasto era sustituido por finos guijarros blanquecinos. El mercenario observó los alrededores, asegurándose de que finalmente estuviesen a salvo. Sus sentidos no captaron más que animales a su alrededor, bestias inferiores que se mantendrían alejados de ellos mientras la pantera estuviese a su lado.
Soltó las riendas de Noche, acomodando al cazador en una posición más cómoda sobre su pecho.
Donde pudiese sujetarle mejor.
Sus dedos resbalaron, deslizándose sobre la tela pegajosa. Entonces vio el sendero de sangre sobre su propia ropa, descendiendo por el pelaje del leopardo hasta el suelo. El pelo de la pantera estaba saturado por la cantidad de sangre que caía en gruesas gotas, manchando los guijarros blancos.
Jason bajó la vista, chocando con la máscara del Fantasma.
Saltó del lomo de Noche, sujetando a Zaine en alto. Su calor corporal había desaparecido casi por completo y Jason no sentía el latido de su corazón. El mercenario le acostó en el suelo, y sin detenerse a retirarle la camisa se inclinó sobre el cuerpo inconsciente.
Repasó su pecho, buscando ansiosamente sus latidos.
Nada.
El corazón de Zaine se había detenido.
No estaba respirando.
Jason sintió como si se hubiese dado un chapuzón en el río helado. No recordaba la última vez que había sentido tanto frío.
Tanto miedo.
"¿Desde cuándo?" gritó una voz en la cabeza de Jason.
Apresuradamente, retiró la máscara del fantasma, encontrando el rostro de Zaine pálido. Hilos de sangre seca descendían por la comisura de sus labios.
Jason había visto la muerte demasiado cerca en muchas ocasiones. Sabía cómo se veía. Cómo olía y como sabía.
– No – murmuró.
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Crónicas de la Superficie: Los Condenados
Roman d'amourEn un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por sobrevivir. Tras ser perseguido por soldados de una civilización más avanzada a través del interminable desierto, el cazador busca refugio en...