11 El Wyverno

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La orilla del río estaba cubierta del mismo barro oscuro que el entorno donde habían llevado a cabo la cacería. Con la excusa de ir a recoger las vendas que Kaya les guardó en la mochila Jason había regresado al campamento. Inicialmente Zaine se había limpiado las manos y la cara, pero mientras aguardaba el regreso del mercenario fue seducido por el brillo de las aguas cristalinas.

Se desnudó, dejando solamente su ropa interior. Dobló sus prendas y las dejó bajo la sombra de un árbol a la orilla del río. Un leve cosquilleo le acarició las piernas cuando su piel tocó la frialdad del agua. Se detuvo, observando la fina película de vapor que se formó a su alrededor. Su cuerpo necesitaba liberar el calor acumulado.

Zaine suspiró. Había creído que bajar su temperatura corporal era suficiente para deshacerse de aquel efecto secundario. Sin embargo, debió hundirse por completo y repasar sus extremidades para que el agua mantuviese su liquides sobre la piel pálida. Respiró aliviado hundiéndose nuevamente, solo por la dicha de refrescarse en agua corriente.

El corte en su mano latió, recordándole el motivo inicial de haber llegado hasta el río. Alzó la mano a la altura de sus ojos, observándolo con detenimiento. Era profundo, pero no parecía haber dañado nervio alguno. Zaine inspeccionó los alrededores para asegurarse de que estaba solo. Al igual que muchas enfermedades, las infecciones eran causadas por microorganismos. Y solo un reducido número eran resistentes a las altas temperaturas.

Sería muy fácil calentar la palma de su mano para limpiarla de cualquier microbio, pero en cambio volvió a hundirla en el agua. Nada dispuesto a ponerse en evidencia por segunda vez ese día. Para no irritar la zona se dejó llevar por la corriente lenta hasta que el susurro de pasos le obligó a desperezarse.

Alzó la vista de las aguas hacia la tierra. Jason estaba de regreso llevando consigo las riendas de Noche y sus pertenencias. El mercenario inspeccionaba la zona en su busca. No demoró en localizar sus ropas y llegar bajo el árbol. Allí dejó el equipaje. Tomó las riendas de Noche y la acercó a la ribera. Mientras le aflojaba los arreos para facilitarle el trago, Zaine se arrimó a la orilla.

– ¿Recogiste el campamento? – preguntó.

Jason le observó de reojo y contestó sin alejar la atención de su labor.

– Decidí que era más fácil llevar a Noche hasta el cadáver que arrastrar la cabeza todo el camino hasta el campamento. – contestó Jason y Zaine asintió. – Ahora que no estamos al acecho podemos relajarnos y comer algo antes de regresar a la base.

El cazador emergió por completo. Sus talones seguían cubiertos del fangoso sedimento de las aguas, no se molestó en removerlo. Fue bajo la sombra y tomó su ropa, colocándose los pantalones.

Se sintió observado y al mirar por encima del hombro encontró los ojos oscuros de Jason sobre su cuerpo. Tan intensos que le erizaron la piel y revolvieron las entrañas casi como el primer día. Y aunque le inquietó Zaine ya no sintió temor.

– ¿Qué? – le preguntó.

Una persona normal desviaría la mirada al ser atrapada observando el torso desnudo de otra, pero no Jason. El mercenario le sonrió. Del interior de su bolsillo extrajo una hoja de tabaco enrollada y se la llevó a la boca.

– Nada. – contestó Jason. – Aún puedo oler la sangre de esa serpiente sobre ti. Pensé que estabas metido en el agua desde que me fui, pero parece que me equivoqué.

Zaine entrecerró los ojos. Ciertamente no había tardado en bañarse en el río, pero el hedor de la sangre no saldría con facilidad sin jabón. Además tanto tiempo dentro del agua hubiese marcado la piel con quemaduras solares. Se acomodó los pantalones y tomó su camisa, asegurándose de darle la espalda al mercenario para que no viese las arrugas de sus dedos.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora