38 El Cristal

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Jason estaba furioso.

Sentado en la rama de un árbol, observaba las hojas moverse con el suave viento del amanecer. Mientras comenzaban a apagarse, él aspiraba pasivamente el cabo de su cigarro. Pero ni la nicotina consiguió aplacar la tormenta dentro de su cabeza.

Tenía mucho en que pensar.

Para él, no era importante que Aineri le hubiese desafiado. Más que un motivo de cólera resultó una decepción, por mucho tiempo creyó que nadie había sobre la superficie más similar a él que la chica de labios escarlata.

Jason comprendía la necesidad de la muchacha por poseerlo. Era, después de todo, uno de los hombres más poderosos de la superficie. Lo que no apreciaba era la desesperación que le llevó a intentar controlarle. Forzarlo más allá de su voluntad.

Podía ser muchas cosas. Un delincuente, un mentiroso, un mercenario y un ladrón. Nadie sobre la superficie le creía un santo.

Se jactaba sin embargo, de someter a otros a su voluntad. Incluso con quienes despreciaba, Jason prefería el acercamiento pasivo. Engañoso. Se sabía un manipulador. Y sus artes de convencimiento le valieron más de un aliado útil y le evitaron numerosas disputas.

Con Neri especialmente fue siempre un caballero. Pues le profesaba un aprecio difícilmente comparable a otros. Sabía que aquel arrebato había sido sembrado únicamente por celos.

Quería creer que cuando la joven se recompusiera, volvería a la normalidad. No lamentaba haberle herido en el rostro.

Aineri necesitaba despertar de aquel frenesí y Jason había conocido a bastantes locos como para comprender que solo una medida drástica podía hacerla reaccionar.

"O ponerlos peor" pensó, tomando el cigarro de sus labios.

Pero no.

No era la expresión aterrada de Aineri mientras le marcaba la mejilla lo que le cazaba por la noche. O lo que le había mantenido en vela durante las largas horas de luz vegetal.

Sino el recuerdo del dolor en los ojos del cazador cuando le encontró con la joven en su habitación.

Jason apretó el cabo, viendo la hoja de tabaco estrujarse hasta hundirse por completo entre sus lagos dedos. Apenas podía creer la presión que aquel recuerdo ejercía sobre su pecho.

Era frustrante.

Había sido infiel antes. Al menos todo lo infiel que se puede ser con compañeros de cama a quien nunca le has hecho promesas. No era la primera vez que alguien le miraba como mismo hizo el cazador. Ni tampoco la primera en la que salían corriendo. Nunca se sintió culpable, adolorido o sucio.

Pero con Zaine...

Al ver sus ojos dorados resplandecer el mercenario presenció el atisbo de sus lágrimas. Y aquello le afectó.

Mucho más que una herida abierta.

Lo suficiente para darle la fuerza de romper el abrazo sombrío de Aineri. El mercenario sabía perfectamente bien que nadie podía escapar de esa técnica. Pero la visión del cazador y el deseo de Jason por alcanzarle activaron su mutación.

Ahora Zaine no estaba. Tampoco June.

Pero fue la ausencia de Kyde lo que impidió que el mercenario tomase a su pantera y se lanzase a la carrera en busca del cazador. No le hubiese importado cuan peligrosa podía ser la noche para un jinete solo. Él debía encontrar a Zaine.

Necesitaba verlo.

Porque la última vez que el cazador se apartó de su vista terminó herido de muerte.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora