Contrario a lo que hubiese esperado Zaine, no fue un ruido estrepitoso lo que le despertó aquella mañana. Sino el suave tintineo de los guijarros vibrando en el suelo.
Abrió los ojos de un tirón, incorporándose de inmediato ante el inminente peligro que le advertían sus instintos. La luz del sol comenzaba a nacer a través de las ranuras entre los árboles, rebotando apenas en la tela de su tienda mientras los árboles se apagaban.
Zaine tomó sus armas y abandonó la tienda con prisas para hallar a Jason levantado. Había apagado el fuego de la hoguera y observaba los alrededores con el entrecejo fruncido. Colgadas de su cinturón estaba la hoz con cadena y su propia espada. Pero el mercenario no hacía intento alguno por tomarlas.
Noche se había incorporado y aunque permanecía en guardia, estaba a la defensiva. Sumisa. Con las orejas hacia atrás y la cola entre las patas traseras.
Asustada.
Zaine avanzó hasta estar junto a Jason. Las vibraciones bajo sus pies se mantenían constantes y aunque las ramas de los árboles sobre sus cabezas se movían parecía que una suave brisa los acosaba. En vez de ser causadas por la tierra.
– ¿Temblores? – Preguntó Zaine - ¿Derrumbes?
– Es posible – admitió Jason. – Este bosque creció sobre una de las ciudades más grandes anteriores al cataclismo. Algo podría estarse cayendo bajo nuestros pies y no lo sabríamos hasta que nos hundiéramos. Pero los temblores serían peores que esto. ¿Podría ser un animal? – preguntó el mercenario.
– Podría – coincidió Zaine–Debe tener proporciones colosales si con moverse hace vibrar la tierra.
– Bien – comentó el mercenario. En su rostro apareció una sonrisa calculadora. – Mientras más grande, mayor será la recompensa. Vamos – dijo al ponerse en marcha. Con un gesto de su brazo Noche se quedó quieta en el lugar, observando fijamente un punto entre los árboles.
– ¿La dejarás aquí? – preguntó Zaine. A lo que Jason asintió, atravesando el camino que señalaba el leopardo.
– Cuidará del campamento. Aquí estará más segura que corriendo tras nosotros. – aunque el cazador no estaba del todo de acuerdo, lo primero en lo que debía concentrarse era en averiguar la procedencia de las vibraciones.
Por suerte, o por desgracia, no demoraron mucho en localizarla.
Primero llegó el sonido. Zaine había escuchado ruidos similares en el desierto.
Jason le siguió cuando cambió de dirección, y se mostró entusiasta cuando localizó el rastro. Marcas en el suelo de un enorme animal que se arrastraba. La circunferencia de su cuerpo bien podría ser del grosor de los árboles donde Jason y los niños habían hecho su hogar. Su largo no tenía punto de comparación para el cazador.
Zaine se arrodilló en el suelo. Tomó una muestra de tierra con las manos y se la llevó a la nariz. La tierra estaba suave al tacto, lo que implicaba que el rastro estaba fresco. También sostenía un olor agrio y fuerte. Debía estar a muy pocos pasos de ellos. Lo que le llamó la atención fueron las huellas de pisadas dispersas a su alrededor.
Las patas de otro animal.
– La cabeza va en esa dirección. – murmuró, indicando con la mano.
– Entonces sí vive en el río. – comentó Jason, recordándole a Zaine las indicaciones puestas en el cartel de la misión.
– Apurémonos – advirtió Zaine. – Si regresa al agua estaremos en desventaja.
– Con ese tamaño no podrá escapar. - contestó Jason satisfecho. Pero el cazador no compartía su optimismo.
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Crónicas de la Superficie: Los Condenados
RomanceEn un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por sobrevivir. Tras ser perseguido por soldados de una civilización más avanzada a través del interminable desierto, el cazador busca refugio en...