33 El regreso a casa

13 2 0
                                    

Para cuando Zaine volvió a abrir los ojos, el sol se encontraba en lo más alto del cielo. No recordaba cuando se habían puesto en marcha, pero apenas entreabrió los párpados, reconoció el sendero de árboles por el que Noche transitaba. El camino de regreso a la Ciudadela, al nido de Jason.

– Buenos días Sunshine – dijo la voz del mercenario, retumbando en los oídos del cazador como un eco.

Zaine alzó la vista, hallándose recostado en el pecho del muchacho. Encontró el rostro del mercenario ausente de su habitual sonrisa, como si la tensión de la noche anterior persistiera. Lamentablemente, era igual con el malestar del cazador.

El movimiento de la pantera y la velocidad con que los árboles pasaban junto a ellos le revolvió las entrañas. El joven escondió el rostro en el cuello de Jason, apretando los párpados con fuerza, en un intento de detener el persistente mareo que luchaba por apoderarse de sus sentidos.

Sintió a Jason soltar las riendas con una mano para sujetarle.

– Está bien. – susurró el mercenario, en aquel tono suave que solía utilizar cuando estaban juntos. – Ya casi llegamos.

Apenas terminó de decir esas palabras emitió un fuerte silbido que sacudió el cuerpo del cazador. Si Zaine tuviese que compararlo con algo, sería la jaqueca tras una noche de borrachera. Con los vómitos y mareos incluidos. El cazador tomó una larga inspiración, recibiendo a cambio no solo el aire fresco del bosque, sino el aroma a pinos y rocío que emanaba de Jason. De alguna forma, aquello le tranquilizó, reconfortándolo hasta hacer menguar su malestar.

Escuchó ruidos, voces de niños y reclamos de otros. Jason tiró de las riendas, haciendo a la pantera derrapar por la alta velocidad a la que venía. Las voces se esparcieron a su alrededor emitiendo en tonos más altos y el cazador solo deseó que se callaran de una vez. Pero fue el grito del mercenario el que le sentó peor.

– ¡Amal! – vociferó Jason. Rodeó con sus manos los muslos y la espalda del cazador, alzándolo en peso. Su llamada pareció ser efectiva, pues tras una intensa brisa, el Isthelita llegó flotando sobre un remolino.

Zaine no necesitó ver su rostro para comprender su desasosiego. Amal, que siempre era alegre y conversador, se quedó callado. Observándole con curiosidad.

– Llévalo a su habitación – aconsejó el muchacho. Giró sobre sus talones y tocó el hombro de un niño. – Dile a Kaya que nos busque allí con un recipiente grande de agua hirviendo.

El pequeño salió corriendo y tras él, Amal y Jason emprendieron la marcha.

– Asumo que todo salió mal – comentó el Ishtelita. Jason soltó una risotada, cargada de sarcasmo y malicia.

– ¿Tú crees? – se burló. Amal encogió los hombros. Con sus manos creó un gran remolino que los alzó a los tres hasta la plataforma superior.

– Kyde llegó esta mañana con los mayores. – explicó Amal y por el tono de su voz, Zaine comprendió que lo sabía todo. – Heridas menores. Los tengo en la enfermería, cantando sobre cómo fueron rescatados por el Fantasma. Encima, Ayala envió una nota anunciando su regreso, quejándose de que te marchaste de pronto y la dejaste al mando. He de decir, que sobrevivieron más de lo que esperaba, considerando la historia de Kyde. Kaya está furiosa.

Jason resopló, recuperando el ritmo de sus pasos cuando estuvieron sobre suelo firme de nuevo. Amal empujó la puerta del cuarto en el que Zaine solía dormir. El mercenario pasó por su lado, avanzando hasta la hamaca del cazador. La delicadeza con que le dejó sobre el lecho pareció llamar la atención del Isthelita, pero el muchacho escogió no hacer comentario al respecto.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora