Cuando Jason despertó estaba solo.
La noche anterior, tras contar una historia que solía narrar con abundante alcohol había caído rendido sosteniendo al cazador en sus brazos. Ahora ni siquiera tenía la molestia de la resaca para ayudarle a restarle importancia. Le costaba entender los motivos por los que delatase uno de sus mayores secretos a este chico que sospechaba era de Caronte.
Su padre siempre dijo que las termas tenían un extraño efecto en las personas. Pero Jason nunca pensó que le joderían tanto.
Se sentó, aceptando que había tenido un momento de debilidad. Primero pensó que podría desquitar su frustración con el cazador, pero tras empujarle demasiado el muchacho terminó desmayándose por el vapor de las termas.
"¿Qué acaso no es ridículo para alguien de Caronte?" pensó.
El recuerdo de la noche anterior surgió en su memoria. Las confesiones de Zaine indicaban que confiaba en él. Jason había trabajado para conseguirlo y a su manera, representaban una victoria. Ahora sabía que el cazador sufrió las mismas desgracias que él a manos de Caronte. La diferencia fue que a Zaine le salvó la misma escoria que le quitó todo. Mientras que a él solo lo torturaron.
Ellos eran distintos y a la vez muy similares.
Le costaría olvidar las lágrimas del cazador. El murmullo de su voz y el calor de sus brazos. Abrió la mano donde asfixiase las llamas de su cigarro y el cosquilleo de los labios de Zaine sobre su palma le revolvió las entrañas.
"¿Es uno de ellos?" dudó por vez primera de su convicción.
Las palabras de Kaya negando sus conclusiones retumbaron en sus oídos una y otra vez.
"Puede que no sea de Caronte en lo absoluto"
Cerró la mano en un puño, apretando con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
"Tiene los ojos dorados" gritó en su mente.
Entonces el rostro de Gordon emergió en sus recuerdos. La imagen de aquel hombre al que despreciaba más que nada en el mundo le observaba con sus iris anaranjados. Más cercanos al carmesí que al amatista. Ardientes como el fuego.
Distintos a los de Zaine.
"Podría ser un mestizo" la voz de Amal emergió en su mente. Tan similar a un rayo de luz y por alguna razón alivió la naciente presión de su pecho. "Como Ayala, Aineris o t..."
– Como yo – murmuró Jason.
Suspiró, dejando escapar todo el aire de sus pulmones. Abrió su mano, observando aquella pequeña quemadura sobre su palma. Y el recuerdo del gesto del cazador aflojó el nudo en su pecho.
– ¿Podría... estar equivocado? – al decirlo en voz alta se le antojó irreal.
"¿Realmente?"
¿Él?
En su cabeza no cabía la posibilidad y por alguna razón... quería creer que existía.
Desechando el pensamiento se levantó, abandonando el sitio donde yacieron la noche anterior. La madera estaba tibia al tacto a causa de los vapores de las termas. Aún recordaba cuando ayudó a su padre a cavar los estanques sobre los pequeños geiseres, con la esperanza de que el agua caliente calmase la tos de su madre.
Funcionó por un tiempo.
Pero eso fue todo.
El primer sitio donde le buscó fue en los establos. Esperaba encontrarle junto a Noche, pero no fue así. La leopardo estaba acostada en el suelo, donde Jason le había dejado, despojada del carro que esperaba en el extremo opuesto de la habitación. En su boca masticaba un trozo de ciervo. El mercenario se arrodilló junto a ella, observando la pieza de carne sangrar sobre el suelo.
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Crónicas de la Superficie: Los Condenados
RomanceEn un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por sobrevivir. Tras ser perseguido por soldados de una civilización más avanzada a través del interminable desierto, el cazador busca refugio en...