06 "El Mentiroso"

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Zaine no podía creer lo ligero que se sentía su bolso. Después de tanto tiempo cargando con los huesos, la piel y el veneno de la salamandra se había acostumbrado al constante peso sobre su espalda. Había terminado vendiendo hasta los colmillos del hipopótamo. Ahora sentía que moverse era más fácil.

A su lado, observó al hombre al que debía su éxito. Zaine sabía que vender sus piezas sería complicado, pero nunca esperó que necesitase de la intervención de Jason para conseguirlo. Se detuvieron fuera de la tienda de Hurguen. Noche permanecía recostada y al verles aproximarse alzó la cabeza con un bajo gruñido. Como si les criticarse el haberle hecho esperar.

– Bueno, no fue tan malo como esperaba – escuchó decir a Jason. El mercenario extendió el brazo, acariciando tras las orejas al leopardo en un gesto cariñoso. Zaine se detuvo, mirándole con curiosidad.

– Gracias. – le dijo con el tono más respetuoso posible.

A pesar de su porte más relajado, Jason aún le aceleraba el pulso. Conseguía mantenerle alerta. Y sus sonrisas no contribuían a relajar la tensión.

– Estamos a mano – contestó el muchacho. Sus ojos rasgados le enfocaron, llenos de un misterio que Zaine era incapaz de resolver.

Buscó sobre su hombro, extrayendo del bolso la primera bolsa de monedas que le diese Hurguen.

– Toma – dijo el cazador.

Los iris de Jason siguieron sus movimientos. Fácilmente identificó el objeto que se le ofrecía y su rostro se deformó en una expresión de absoluta sorpresa.

– Es mucho dinero – dio como toda respuesta.

– Es lo justo. – contestó Zaine. Mantuvo el brazo extendido, en espera de que Jason tomase una decisión. – Habíamos acordado un treinta por ciento solamente por traerme hasta aquí. Fuiste muy útil allí dentro. Lo mínimo que te debo es el cincuenta por ciento de mis ganancias. Aquí está. –

Jason tomó la bolsita que se le ofrecía y sin mirarla, la guardó dentro de su bolsillo.

– ¿No vas a contarlo? – preguntó Zaine, pero el joven frente a él negó.

– Estaba bromeando cuando hablé de la recompensa. – aclaró Jason. Pero el rostro del cazador no se inmutó.

– Yo no hago bromas – contestó. – No las entiendo. –

Aunque Zaine hablaba en serio, Jason soltó una carcajada. Por un par de minutos se quedaron allí, observándose el uno al otro. Evaluándose. Esperando que uno rompiese el hielo y diese camino a la despedida. Pero ninguno se movió.

– ¿Sabes? – dijo Jason finalmente – Me vendría bien alguien como tú.

Zaine alzó una ceja. Jason debió haber notado su incredibilidad, pues prosiguió con su discurso.

– Amal fue el primero en sugerirlo. – Explicó –Es un blando y tiende a ver el lado bueno de todo el mundo. Aunque no haya nada que ver. No le di mucha importancia hasta que Kaya vino a hablar conmigo durante la cena de anoche. –

Zaine estuvo a punto de rodar los ojos. Recordaba las palabras de la muchacha. Su interés en él, nacido de la compasión de alguien que alguna vez tuvo una buena vida y ahora posee el tiempo y la estabilidad para obsesionarse con las desgracias ajenas. Pero el cazador no había manifestado deseo alguno de quedarse con ellos.

– Fue innecesario – murmuró, esperando hacer comprender a Jason que no tenía influencia en el asunto.

– Tal vez – admitió el mercenario. – Pero luego de lo que vi allí dentro, estoy comenzando a pensar que pueden tener razón.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora