04 El Relato

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Zaine había realizado muchos trabajos en su vida. La mayoría con un grado de riesgo que le pondría en peligro de muerte.

Había peleado contra mercenarios, soldados y asesinos.

Matado animales de altos rangos en la lista de caza.

Pero nunca había servido una mesa.

Como era el invitado en aquella casa, decidió trasladar uno de los recipientes más grandes. Kaya y los niños aplaudieron cuando le vieron alzar una de las dos cazuelas llena de carne recién cocinada. Algunos se colocaron a sus costados, preocupados de que pudiese caer, pero cuando logró estabilizarse se apartaron. Con una carcajada Kaya tomó la otra olla, alzándola con facilidad antes de apoyarla contra su cadera.

– Sígueme – le dijo alegremente, guiándole al exterior, donde estaban dispuestas las alfombras y los cojines.

Los niños del bosque habían comenzado a reunirse en torno al fuego y los almohadones. La gran vasija plana de barro sostenía los troncos en su interior mientras eran consumidos por el ardor de las llamas. La mayoría de los muchachos no debía tener más de trece años, el resto de las edades oscilaban, llegando a incluir bebés que apenas podían caminar.

En el medio de todos, tirado sobre el cojín más grande estaba Jason. Por la expresión de quienes le rodeaban y el movimiento de sus manos, Zaine comprendió que narraba un relato. Amal fruncía el entrecejo, disgustado con el contenido del cuento, no así la joven que se encontraba al otro lado de Jason.

La mujer, de abundante melena negra exhibía una amplia sonrisa de labios carmín mientras reposaba apoyada al hombro de su jefe. Sostenía un vaso tallado en madera, lleno de un brebaje vegetal. Sus ojos miel centellaron con malicia cuando notaron los ojos de Zaine sobre ella, antes de entrecerrarlos con una expresión coqueta.

– La cena está lista – anunció Kaya con voz cantarina. Con un paso de baile colocó su cazuela en el centro del círculo de niños antes de dejarse caer junto a su novio. - ¿De qué hablan? – preguntó.

– Cariño, abrázame – lloriqueó Amal mientras Zaine se acercaba al centro del círculo – Jason está contando historias de terror.

– ¿Otra vez el Fantasma del Desierto? – inquirió Kaya y sus palabras consiguieron tensar los músculos de Zaine. Haciendo su mejor esfuerzo por disimularlo, colocó la olla de carne junto a las demás y se dejó caer al lado de Amal.

– Amamos esa historia – contestó un pequeño que no debía tener más de seis años.

– Sí tía Kaya – dijo otra un poco más grande. – El fantasma es genial.

– Vamos Jason ¡Cuéntala otra vez! – pidió el pequeño más cercano a Amal.

Zaine alzó el rostro. Estaba acostumbrado a la sensación de ser observado por los animales del desierto. Ocultos entre las dunas, asechando en la oscuridad de la noche. Pero también percibía cuando los humanos le miraban con fijeza y aunque Jason apartó la mirada para responder al pedido del pequeño, el cazador supo que eran sus ojos los que le buscaban.

– Dicen que nació de las arenas del desierto. Su cuerpo se confunde con el oscuro cielo de la noche y siempre aparece por las dunas más tenebrosas. – La voz de Jason se volvió aún más grave, dándole un tono lúgubre a la historia. Amal sufrió un escalofrío a su lado y se aferró al cuerpo de Kaya, quien le acarició cariñosamente la espalda para consolarlo. – Oculta su rostro bajo una capucha para que sus víctimas no le vean aproximarse. Cuando lo notan no tienen tiempo de gritar antes de que les destrocen la garganta con sus garras. Sabemos que mata, pero los cuerpos de sus víctimas nunca han sido encontrados. Muchos creen que los devora, porque solo encuentran las mercancías que transportaban.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora