40 El Grito de los Condenados

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El bramido de una rama al quebrarse bajo su peso. El dolor de las astillas atravesando su ropa y hundiéndose en su carne. Aineri no estaba acostumbrada a ninguna de aquellas sensaciones. Como tampoco le era común encontrarse superada.

Acorralada.

Cazada.

Rodó por la plataforma comedor. Escuchando los bramidos de los niños. Algunos eufóricos por lo que creían un encuentro preparado. Otros un poco más conscientes corrieron en busca de alguien mayor. Asustados.

Los chillidos de la cría de Wyberno que los sobrevolaba, mordisqueándole la carne a cada oportunidad.

Pero ella no tuvo tiempo de mirar alrededor. No cuando el filo de una espada pasó tan cerca de su cabeza.

Zaine aterrizó a meros centímetros de ella. Siembre evadiendo las sombras. Veloz y escurridizo.

Aineri se vio obligada a rodar por el suelo de madera, esquivando las patadas y las estocadas. La furia crecía en su interior mientras la frustración la consumía. Había hablado mucho, solo para encontrarse superada en cada aspecto físico.

El cazador era más fuerte. Más ágil, más flexible.

Superior.

Y ni siquiera tenía puesta la máscara.

Retrocedió, consiguiendo a duras penas incorporarse sobre sus rodillas. Su talón izquierdo rozo una de las cubetas de agua. La reserva que utilizaba Kaya para rellenar la tina donde lavaba la ropa. Sus ojos conectaron un instante antes de que la silueta del cazador apareciese frente a ella. Pero más que su presencia, Neri despreció el temor que hizo nacer en su interior. Un miedo primitivo de cuando aún era una cría que huía por el bosque.

- Me aseguraré que nunca vuelvas a tocarlo - murmuró el cazador, listo para saltarle encima como una quimera.

Sus pies dejaron el suelo y Neri tomo con sus sombras el cubo junto a sus tobillos, al tiempo que alzaba sus dagas para defenderse. EL ruido metálico de las armas al colisionar hizo eco en el pabellón, opacando el ligero salpicar del agua.

Las gotas le humedecieron el rostro, obligándola a cerrar los ojos. Esperaba que el peso del muchacho sobre ella cesase. Que el joven dudase por lo menos un instante que le permitiese contraatacar. Pero Zaine no se apartó.

Aineri abrió los ojos, sintiendo sus manos temblar bajo el peso de sus brazos. De la presión de su espada. Pero lo que encontró le tensó el cuerpo y le erizó los bellos del cuerpo.

Frente a ella, aunque el cazador yacía empapado, el agua parecía escapar de su cuerpo. Vapor emergía de sus extremidades mientras la humedad se evaporaba. La respiración del cazador se volvió pesada. Agitada hasta el punto en que debió de abrir la boca para respirar. Y cuando el humo emergió de sus labios, Neri saltó hacia atrás como un cachorro asustado.

"Es uno de ellos" pensó, recordando las palabras de Jason.

Alzó la vista a los ojos del cazador, quien le miraba como a la criatura, más despreciable del mundo. Un ser no humano sin más valor que el de una herramienta.

Con el mismo fuego en los ojos que el líder de Estigia.

Ojos que de tan dorados, se veían tornasolados.

- Eres fuego - murmuró, tan bajo que apenas pudo escucharse a sí misma.

Pero el cazador si la escuchó. Quedándose tieso como una estatua. Pálido como un cadáver.

El vapor se detuvo.

Su espada perdió presión.

Y la voz de Jason le trajo de regreso a la realidad.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora