23 El Deseo del Cazador

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– Estamos todos de acuerdo – Con un cigarro en la boca y ambas piernas sobre el brazo de su asiento, Jason observó a sus compañeros.

Kaya sostenía la mano de Amal entre las suyas con una expresión sombría. EL mercenario sabía que le angustiaba lo que acababan de conversar. Pero expresó su acuerdo con un asentimiento de la cabeza. Su novio estaba mucho más tranquilo. Con una amplia sonrisa en el rostro Amal asintió, dándole a Jason la señal de su aprobación. Giró la cabeza hacia Aineris y con un gesto de su mano la muchacha dobló el pequeño trozo de papel sobre el que había estado escribiendo.

Aineri amarró el mensaje encriptado a la pata de Kuki. El quetzal enano emprendió el vuelo, atravesando la ventana en aquel revoloteo apresurado que Jason aún consideraba ridículo para un ave. Se enderezó en la silla, apagando su cigarrillo. 

– Nos queda una semana para terminar los preparativos – les dijo con voz grave. – No podemos retrasarnos. Un movimiento en falso y nos pondremos en evidencia frente a Caronte.

Asentimientos vinieron de sus amigos y Jason dio por concluida la reunión. Con un gesto de su mano los despachó. Pero Aineri no se movió. El mercenario aguardó a que Kaya y Amal se marcharan para dedicarle a la joven toda su atención.

– ¿Olvidaste algo? – preguntó. La muchacha abrió los ojos como platos. Claramente sorprendida de las palabras de Jason. Rápidamente se recompuso.

El mercenario supo lo que rondaba por su cabeza en cuanto vio aquellos ojos miel centellar.

– Te extrañe – contestó la joven en un ronroneo. Aineri se le aproximó jugueteando con los mechones de su largo cabello azabache. – Hemos estado separados por tanto tiempo que ya he olvidado el sabor de tus besos.

Jason apenas podía entender el poco efecto que aquellas palabras tenían sobre él. Aineri fue durante años la fuente de su deseo. Era la única que había conseguido encender alguna emoción similar a la adrenalina del combate.

Juntos aprendieron el placer del sexo.

Él la quería.

Pero viéndola sentarse sobre su regazo y apoyar las manos de largas uñas rojas contra su camisa Jason no conseguía sentir nada.

No estaba excitado.

Ni su mirada, ni la cercanía de sus labios, o la presión de los pechos de la muchacha contra su torso. Nada consiguió mover algo en su interior.

El mercenario le permitió besarle de aquella forma tan agresiva que ambos solían disfrutar. Enredar sus dedos en la espesa mata de su cabello.

Mientras él envolvía los brazos alrededor de la cintura de Aineri se bañó en su aroma floral, y cuando cerró los ojos, fue el rostro de alguien más lo que acudió a su mente.

"Mierda" pensó.

Jason tiró de ella, apartándola de su regazo en un movimiento brusco.

Inicialmente Aineri se rio. Aquel no era un gesto ajeno a ellos. Pero cuando la muchacha abrió los ojos y vio Jason examinándola con una mirada helada la sonrisa desapareció. 

– Deja de perder el tiempo – dijo el mercenario empleando el tono más suave posible.

– ¿Estás enojado? – preguntó la muchacha y el miedo en su voz revolvió las entrañas de Jason.

Como de costumbre se equivocaba. A pesar de conocerse desde hacía tantos años, Neri no era capaz de leer sus expresiones.

Solamente Kaya podía interpretar gran parte de lo que ocurría en su cabeza. Mientras que Amal ni siquiera lo intentaba. No es que a Aineri le faltase atención. Sino que ella no lo comprendía.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora