El camino de regreso a los establos fue apresurado. Zaine debió hacer uso de toda su habilidad para llegar junto a Noche antes que Jason. La pantera se había mantenido con la cabeza en alto, observando al holograma en advertencia. Permitiéndole existir, pero no acercarse. Solo cuando el cazador recuperó sus ropas y regresó la máscara al interior del bolso, ella se relajó.
Zaine tenía demasiadas cosas en la cabeza. Que el cristal de su maestro estuviese en posesión del jefe de Estigia le perturbaba. Las circunstancias del deceso de su mentor eran confusas para él. Caronte había tomado su cuerpo, y pertenencias, por lo que Zaine asumió que jamás volvería a verlas. No podía evitar preguntarse, si ese hombre, habría estado presente la noche en que murió.
Noche soltó un bajo gruñido de reconocimiento. Zaine giró el rostro hacia la dirección que ella le indicaba.
Jason atravesó las puertas del establo con una expresión relajada. Una sonrisa picarona le adornó el rostro al encontrarse los ojos del cazador sobre él y cuando llegó junto a Noche le acarició la cabeza.
– Te tomaste tu tiempo – protestó Zaine. La sonrisa del mercenario se torció hacia un costado.
– ¿Por qué? – Preguntó en tono coqueto – ¿Me extrañaste?
Zaine enderezó la espalda. Podía negarlo todo lo que quisiera, pero sus mejillas lo iban a delatar. Así que optó por ignorar la pregunta.
– Hemos esperado por horas – dijo cruzando los brazos sobre el pecho. – Las hojas se están encendiendo. Será imposible que regresemos antes de oscurezca.
– ¿Acaso no quieres pasar la noche conmigo en el bosque Sunshine? – preguntó el mercenario. Agarró las riendas de Noche y con un gesto ella estuvo lista para moverse. El pequeño carro seguía enganchado de sus cuartos traseros.
Jason se trepó sobre el lomo del leopardo y le extendió a Zaine su mano.
– Yo estoy ansioso de estar a solas contigo. – el ronco murmullo de Jason le revolvió las entrañas.
El recuerdo de sus besos y el toque de sus manos sobre la piel desnuda alzaron la temperatura de Zaine. Obligándole a sostener sus emociones. Al no tener su traje, un solo aumento de calor podía delatarle. El monstruo que gobernaba los edificios con forma de aguja le percibiría.
Así que Zaine se trepó al lomo de Noche ignorando el gesto del mercenario. Escuchó a Jason soltar una risotada antes de zarandear las riendas.
La pantera emprendió la carrera. Las puertas se abrieron y cuando se vio en el exterior, respiró aliviado. Las patas de Noche les llevaron lejos en pocos minutos. Jason iba inclinado hacia adelante, guiándola con silbidos y ligeros toques de sus talones. Por un tiempo mantuvieron una velocidad sostenida. De pronto, el mercenario redujo el trote.
– Creo que estaba por aquí – Zaine le escuchó murmurar.
– ¿De qué estás hablando? – preguntó.
El mercenario chasqueó los dientes, poniendo a Noche en una marcha suave. Zaine observó los alrededores, en un intento de localizar algo que pudiese ser el objetivo de Jason. Tras hacer un par de giros, una antigua edificación apareció a la distancia. Las derruidas estructuras estaban cubiertas de vegetación y las hojas de las enredaderas que las sostenían brillaban en un delicado color lima. Camuflándola con el bosque.
Pero lo que más impresionó a Zaine no fue la improvisada guarida, ni las tres piscinas naturales que desembocaban unas sobre otras en cascada, cuya agua desprendía un espeso vapor blanquecino. Sino el inmenso árbol cuyas hojas centellaba en color escarlata. Cada vez que una briza lo azotaba, pétalos se desprendían y cuando caían, el oscuro color rojo se aclaraba en un ligero rosa.
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Crónicas de la Superficie: Los Condenados
RomanceEn un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por sobrevivir. Tras ser perseguido por soldados de una civilización más avanzada a través del interminable desierto, el cazador busca refugio en...