Jaxon.
―Tengo aquí al hombre del momento. ―Sonrió.
―Siempre es bueno verte, Clarisa. ―Se apartó el flequillo rizado de los ojos.
―Tu hija es preciosa y su madre, por Dios, es un escándalo de mujer ―dijo con entusiasmo―. ¿Dónde la encontraste?
―Eso es confidencial ―dije en tono jovial, pero realmente estaba siguiendo las instrucciones de mi representante al no soltar ninguna migaja más de información―. ¿Qué me cuentas tú?, llevas mucho tiempo lejos del escándalo.
―Me estoy portando bien ―dijo con tono angelical, reí―. Mi pobre madre no puede sufrir un infarto por mi culpa.
―No sé cómo lo hacen, si mi madre me representara viviríamos peleando todo el tiempo.
―¡Oh, oh!, ¿cómo está Juli?
―Está bien, algo adolorida por la edad. ―Me encogí de hombros―. Ya sabes cómo es esto.
―Sí. ―Bajó la mirada con tristeza y sacudió la cabeza antes de mirarme con ánimos renovados―. ¿Cómo está tu bello sobrino?
―Tan enamorado de ti como la última vez que viniste a casa.
―¡Él es todo un amor! ―Sonreí, Clarisa siempre parecía entre encantada y melancólica cuando trataba un tema relacionado con niños o bebés.
―¡Jaxon! ―Sonreí, pleno al ver a Maya corriendo en mi dirección sobre esos peligrosos tacones―. ¡Gracias, gracias, gracias! ―Se lanzó a mis brazos y yo la recibí, encantado―. ¡Eres el mejor!
Sacando provecho del momento besé su coronilla y la abracé más fuerte. Estaba temblando de la alegría y aunque no sabía si eso era bueno, no me sentía capaz de cortarle el entusiasmo.
―Cuéntamelo todo. ―Acaricié su cabello.
La euforia en ella disminuyó al ver a la mujer junto a nosotros. Nos miró y, como si algo la hubiera pinchado, retrocedió visiblemente incómoda. Fruncí el ceño, sin entender.
―Soy Clarisa, es un placer conocerte. ―Extendió su mano.
―Maya, lo mismo digo.
―He visto tantas fotos tuyas estos días, pero maldición, cariño. Ninguna te hace justicia. ―Sonrió―. Y tu hija, oh, ese angelito es hermoso.
―Gracias. ―Le dio una pequeña sonrisa―. He visto tu trabajo, es impresionante.
―Ay, gracias, corazón. Me alegra encontrarme con alguien que lo aprecia. ―Exhaló, feliz―. ¿Trabajas en el mundo del entretenimiento?
Maya negó con lentitud.
―Soy profesora en una guardería.
―Dios mío, que preciosidad ―respondió―. Eso es mejor que vivir rodeada de cámaras.
―Sin duda alguna.
―Los paparazis apestan. ―Suspiró.
La castaña nos miró a ambos y me dio una sonrisa sutil antes de guiñarme el ojo. No entendí a qué vino el gesto, pero Maya pareció más distante todavía.
―¿Dónde está ese amigo tuyo?, el que canta. ―La rubia la miró con curiosidad―. ¿Cómo se llamaba?, ¿Nicholas?
Reí por lo bajo.
―Pero si tú odias a Nick. ―Reí.
―Solo cuando habla. ―Se encogió de hombros y miró a la rubia―. Dile a Jaxon que te de mi número, me encantaría que fuéramos amigas.

ESTÁS LEYENDO
Siempre fuimos nosotros.
Teen FictionHay miles de errores que se pueden cometer en el mundo. Como dejar las llaves dentro de casa, dejar un grifo abierto, tal vez ponerse la camiseta al revés, derramar un vaso de agua en tu comida. Pero créanme, ninguno de esos es tan grave como el que...