Las primeras misiones no fueron gran cosa. Buscar mascotas y niños perdidos, escoltas menores a lugares cercanos a la aldea e incluso dar lecciones especiales en la Academia. Himawari-sensei decía que parte de nuestra responsabilidad como shinobi pasar nuestro conocimiento a la siguiente generación; según ella, esa fue la razón por la que entró al programa de entrenamiento de los genin.
La paga tampoco era muy buena. Como les dije antes, los shinobi ya no eran tan necesarios en tiempos de paz, las grandes naciones sólo protegían sus fronteras de bandidos, piratas o mercenarios. Los ninja renegados eran los únicos enemigos fuertes que se rebelaban al poder de la Alianza, pero casi siempre eran aplastados o desaparecían sin dejar rastro... De modo que los pagos por las misiones eran escasos y tampoco se destinaba mucho del presupuesto público para los ninja.
Luego estaban los entrenamientos con mi padre. Lo cierto es que mejoré mucho mis técnicas de combate, pero seguía siendo bastante duro para nosotros. Durante los combates, nos sometía a peleas muy serias donde más de una vez terminamos con huesos rotos, usaba su Sharingan para meternos en genjutsus muy estresantes y nos atacaba con ninjutsus de fuego que matarían a cualquier incauto.
—¿Todavía no sienten nada? —preguntó mi padre—. ¿Ni un picor en los ojos?
Negamos con la cabeza.
—Bueno, ya llegará el momento —dijo—. Mientras tanto, dense prisa y cumplan con sus misiones, háganse más fuertes y pronto despertarán su Sharingan.
—De acuerdo, padre —dijimos al mismo tiempo.
Kaede y yo fuimos a prepararnos, porque al parecer teníamos una misión especial el día de hoy. Taiyō tenía el día libre y decidió quedarse un poco más con nuestro padre para entrenar. Nos reunimos en la puerta de casa para irnos juntos hasta donde se pudiera.
—¿Les dijeron de qué trata su misión? —preguntó Kaede.
Negué con la cabeza.
—La sensei dijo que era una sorpresa, pero debíamos estar preparados para todo.
—Es curioso, Shikani-sensei nos dijo algo similar. Me pregunto qué estarán planeando.
—Vamos a averiguarlo.
Salimos del distrito y corrimos hacia la puerta de la aldea. Esta vez no llegamos tarde. Ahí ya se encontraban los dos jounin y Kai Hayakawa, la compañera de Kaede.
—Hola, Kai —dije cordialmente.
Ella esbozó media sonrisa y me saludó con la mano, como siempre sin emitir palabra alguna. Se supone que nos conocemos desde nuestro primer año en la Academia, pero nunca he escuchado su voz, no me habla y creo que fuera de sus padres y los profesores, no lo hace con nadie. No es que sea tímida, la he visto en actividades habituales de la escuela o la aldea, no tiene problemas con interactuar con la gente, sólo que nunca habla o expresa emoción alguna.
—Qué bueno que llegaron, chicos —dijo Himawari-sensei—. Akio, él es Shikani Nara, el jounin a cargo del equipo 7.
Shikani era un hombre joven, alto y delgado. También usaba un chaleco táctico de la Hoja sobre una prenda térmica verde olivo, pantalones cortos azules y sandalias estándar. Era de rostro amable y rasgos un poco afilados, tenía el cabello en punta sujeto hacia atrás. Sus ojos eran negros y tenía una pequeña barba de chivo.
—Es un gusto conocerte —dijo—. Kaede me ha hablado mucho de ti.
Le dediqué una reverencia.
—El honor es mío, sensei.
—Akio suele ser muy formal —comentó Kaede—. No le haga caso, sensei.
—No me molesta —dijo Shikani-sensei—. Es bueno recibir respeto de otra persona que no sea Kai. Tú y Jurō dan mucho que desear al respecto.
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Shinobi Gaiden
FanfictionHan pasado casi 100 años desde la conclusión de la Cuarta Guerra Mundial Shinobi y la derrota definitiva de Madara Uchiha; casi un siglo desde la última batalla entre Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha. Desde entonces, el mundo de los ninja ha vivido en...