El extraño hombre se movía lentamente a través de la oscuridad de la noche. Su embarcación llegó a la costa del País del Té hace unas pocas horas, durante el atardecer. Sus hombres se quedaron a montar los campamentos mientras él salía a reconocer un poco el terreno. Mientras caminaba, las palabras de aquel monje le daban vueltas en la cabeza.
Recordó su travesía de casi una década donde buscó unos templos, grandes y pequeños, por toda su tierra. Capturó a cuanto monje pudo y los interrogaba para que le dijeran lo que quería saber. Sus viajes lo llevaron a ese último templo, uno muy pequeño en la cima de una montaña. Sus tropas irrumpieron y procedieron a asegurar todos los objetos de valor y capturar vivos a todos los residentes.
Muchos templos contaban con guardias, que no eran más que civiles que voluntariamente tomaban las armas para defender estos sitios sagrados. A veces eran pequeños grupos de hombres inexpertos que se rendían después de ver la primera gota de sangre, o en ocasiones eran grupos bien entrenados y organizados que daban más batalla de la que hubiera querido.
—Hemos capturado a todos los monjes y ayudantes, señor Long —dijo su capitán—. Los traeremos en seguida.
Long asintió. Puso las manos tras la espalda y esperó.
—Ya falta poco —susurró al cielo—. Pronto los hallaré y tendré el poder para traerlos de vuelta. Sólo esperen, los sostendré de nuevo en mis brazos...
—Aquí están, señor —indicó el capitán.
Sus hombres traían a rastras a veintiocho personas entre monjes, ayudantes y guardias sobrevivientes. Los observó atentamente, la mayoría tenía expresiones asustadas, excepto por uno de los monjes, el más anciano con la túnica blanca y dorada que indicaba su alto rango.
—No me iré con rodeos —comenzó Long—. Ustedes saben lo que estoy buscando. Díganme y conservarán sus vidas.
Todos conservaron sus expresiones, pero nadie dijo nada. Las mujeres lloraban, los más jóvenes temblaban, especialmente un acólito de unos catorce años.
—Yo sé lo que buscas —dijo el anciano de inmaculada expresión—: romper el equilibrio y provocar el caos en todo el mundo.
—Si lo sabes, dímelo, anciano.
—Tu viaje sólo conduce a la tragedia —siguió el monje—. Al privarte de la información, te salvo de la desgracia.
Long desenvainó su espada, una hoja recta. La guarda formaba dos dragones gemelos de oro y plata y el pomo tenía un rubí que centelleaba al sol.
—No creas que temo arrebatarles la vida —dijo al viejo—. Comenzaré con los niños y jóvenes hasta que veas morir a todas estas personas, luego te mataré a ti.
Hubo gritos ahogados y más llantos, los soldados les ordenaron callar. El anciano permaneció impasible.
—Un camino de sangre no puede conducir a la felicidad. Ninguno de ellos conoce esa información, pero están dispuestos a morir por ella.
Long notó algo en el joven acólito de antes.
—Si me matas, no la obtendrás. Desiste de tu...
Con un movimiento tan veloz que fue casi imposible de ver, Long decapitó al monje. Los prisioneros gritaron de terror al ver la túnica manchada de sangre.
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Shinobi Gaiden
FanfictionHan pasado casi 100 años desde la conclusión de la Cuarta Guerra Mundial Shinobi y la derrota definitiva de Madara Uchiha; casi un siglo desde la última batalla entre Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha. Desde entonces, el mundo de los ninja ha vivido en...