Los prodigios arrasan

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—Ryū —llamó Inoha—. ¡Ryū despierta!

El joven Hyūga abrió los ojos por fin, escudriñó su alrededor y se dio cuenta que el genjutsu había terminado.

—¿Qué pasó...? —dijo con voz débil—. Mi pelea... Shizu...

—Ya terminó —informó Taiyō—. El sensor te declaró incapaz de continuar.

—No —respondió Ryū molesto—. No es posible, no debían sacarme del cuadrilátero. Seguro interfirieron y eso me descalificó.

Ryū empujó a Inoha y se recargó en el barandal. Akio se acercó a confrontarlo.

—¡Cálmate, idiota! Nadie interfirió con tu pelea, excediste el tiempo límite.

—¿Qué?

—Las batallas tienen una duración de quince minutos —recordó Shikaro—. Se te dio ese tiempo para salir del genjutsu, pero no lo lograste.

Ryū miró por encima del hombro de Akio, Ranmaru celebraba la victoria de Shizu, aunque sus elogios cayeron en oídos sordos. Hyūga apretó los puños, incrédulo por lo que le decían sus colegas. Tenía un irrefrenable deseo por caminar hasta él y detener su corazón con un simple golpe, de cualquier forma ya estaba descalificado. Justo cuando se disponía a dar el primer paso...

—Hola, mucho gusto.

El otro compañero de Shizu, Sai, se acercó a Ryū con una sonrisa en el rostro.

—Hola... —respondió Ryū confundido.

—Quiero felicitarte por tu pelea —dijo Sai—. No muchos pueden poner en jaque a Shizu como tú lo hiciste. Incluso a mí me cuesta trabajo.

Ryū arqueó una ceja. ¿Acaso se estaba burlando de él?

—Por favor, enfréntate a mí luego del examen.

Sai hizo una reverencia muy exagerada después de su petición. Ryū no supo porque la sonrisa que se dibujó en sus labios no pudo ser contenida.

—Claro, no veo porque no —respondió.

—Muchas gracias, amigo —le hizo un gesto de pulgar arriba—. Te enfrentaré con todo el poder de la juventud.

Nadie lo sabía, ni siquiera el mismo Sai estaba consciente de su mejor cualidad. En ese instante, el odio de Ryū se esfumó en el aire, porque Sai puede calmar el corazón de las buenas personas.

—Hiroko Mitarashi.

—Hideki Katai.

—¡Por fin! —exclamó Hiroko emocionada—. Mi turno para demostrar de qué estoy hecha.

Hideki la recordaba del segundo examen, era compañera de Akio y aunque no la conocía mucho, le caía bien. Hiroko le dedicó una reverencia.

—Te agradezco mucho por habernos ayudado en el examen —acto seguido adoptó una posición de combate—. Eso no significa que seré amable contigo.

Hideki dejó escapar una carcajada alegre.

—Me ofendería si lo hicieras.

—¡Comiencen!

—¡Arte ninja: Ataque de sombra de serpiente!

Seis serpientes blancas salieron de la manga de Hiroko. Tres mordieron a Hideki en la pierna, dos en el brazo derecho y la última en el cuello.

—Su veneno no te matará —prometió Hiroko—. Pero te dejará muy débil.

Hideki tenía una expresión de dolor, hasta que se tornó todo negro y se deshizo en un charco de una sustancia oscura.

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