Mi mayor orgullo

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Yukiko se sentía muy aburrida. Vigilar el Orfanato del País del Fuego era una tarea muy tonta para una kunoichi. Desde hace mucho que este sujeto no causaba problemas y tampoco los niños extraños, los "falsos Uchiha".

—Odio vigilar este lugar —comentó Naō, su compañero—. Cumplimos un año como chunnin y este es el primer encargo que nos da la Hokage. Es una burla.

—Lo sé, amigo. Si eran tanto un problema, el Séptimo Hokage debió matarlos después de la guerra.

—Ya no hagas corajes. Te invito un arroz frito del pueblo cuando llegue el cambio de guardia. Sé que es tu favorito.

—Siempre sabes como convencerme —dijo Yukiko con una tierna sonrisa.

—¿Cómo te convencí de casarte conmigo? —señaló Naō.

Yukiko enrojeció y lo abrazó.

—Justo así.

Se miraron un momento, dedicaron a su amor una sonrisa y acercaron sus rostros para besarse. Fue lo último que los dos vieron, el rostro del amor de su vida sonriendo, con la esperanza viva de estar juntos por siempre. Una espada cortó sus cuellos con facilidad, separando las cabezas que quedarían juntas, compartiendo esa última mirada de amor...

***

Kabuto se encontraba revisando los libros de cuentas. El presupuesto proporcionado para el mantenimiento del orfanato fue cortado nuevamente por el consejo de Konoha. Eso nunca era bueno, significaba racionar la comida que compraban en el exterior, las ropas nuevas y que la mayoría se destinara al mantenimiento de la infraestructura.

Dejó salir un profundo suspiro, estaba pensando en ir a la Aldea de la Hoja y hablar con la Hokage al respecto, pero siempre que trataba de hacerlo, los ANBU lo interceptaban y le llevaban ante los tres miembros del consejo: Mirai Sarutobi, Kuzuryū y Hattori. La hija de Asuma solía ser amable y condescendiente con Kabuto, esto le sorprendía, pues él había profanado el cuerpo de su padre y lo usó en contra de la Alianza Shinobi en la última guerra, con la ayuda del Edo Tensei.

—Lo que cosechamos no es suficiente —se dijo Kabuto—. Las ventas de nuestras artesanías decayeron desde que abrieron la fábrica.

Dejó salir un largo suspiro. Las cosas dentro del orfanato no estaban mucho mejor. El consejo de Konoha seguía presionando a Kabuto para que exiliaran a los Shin Uchiha, los clones con Sharingan que fueron recibidos por el Naruto en el orfanato. La convivencia siempre fue difícil, Kabuto trató de construir puentes entre ellos y el resto de niños, pero fue imposible. Por eso, los Shin eran su propio grupo y cuando crecieron se convirtieron en los protectores del lugar.

—Siempre estuve fascinando por lo bien hechos que estaban los clones —Kabuto hizo girar el bolígrafo en su mano—. En otro momento los hubiera sometido a varios experimentos —dejó salir una risa corta—. No puedo creer que alguna vez fui así.

Cuando pensaba en el Kabuto que sirvió a Orochimaru, los recuerdos de su pelea con Itachi y Sasuke Uchiha se imponían a todo en su mente. Estar atrapado en el Izanami, aunque fuera por poco tiempo, fue suficiente para cambiar el corazón del alguna vez vacío Kabuto Yakushi. A pesar de que ayudó a revivir a Sasuke en la batalla contra Madara, la Alianza exigió su ejecución y la habría aceptado de no ser por Naruto.

—¡Deberían matarlo de la peor manera! —había gritado el Cuarto Raikage—. Por ayudar a Akatsuki y usar el Edo Tensei en nuestra contra.

Los miembros de la alianza gritaron en apoyo al Raikage. Los criminales como Kabuto, Orochimaru, Taka y Sasuke habrían de ser ejecutados por sus acciones. Fue en ese momento que Naruto intervino:

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