Max
—Okey —dije luego de cerrar mi camioneta. Había dejado la chaqueta y la caja reluciente de la consola de juegos. Ya el evento había acabado y la gente se estaba yendo—. ¿Hay algo a lo que quieran jugar antes de irnos también?
Los gemelos señalaron hacia la montaña rusa y arqueé una ceja. Estos gatos iban con todo.
Cuando estuvimos ya en el lugar, Ursa se cruzó de brazos.
—No, gracias. Me quedo aquí.
—Pero, Ursaaa —reclamó uno con decepción.
—Ustedes pueden ir. Yo me quedo acompañándola —les alenté.
Ambos sonrieron y se fueron a la fila. Noté que Ursa bajó los brazos y cubrió su brazalete.
—Deberías intentar venderlos aquí —comenté, señalándolo fugazmente—. Yo podría ayudarte.
—¿Venderlos?
—Sí, si es que gustas. Verás, tengo la buena o mala costumbre, depende de cómo lo veas, de buscar formas de ganar algún dinero extra. —Me rasqué la nuca con algo de vergüenza.
—No había pensado en eso. Ya sabes, porque ustedes no nos quieren cerca.
—No es eso.
Como la gente empezaba a venir, alguien le dio un leve empujón, aunque ella, estable como un roble, solo volteó a ver con enojo.
—Uy, no vayas a gruñir de nuevo ¿eh? —bromeé. Tomé su mano y la puse en mi brazo, haciendo duro el bíceps para que de paso lo notara—. Así no te me pierdes de nuevo.
Ella fruncía el ceño levemente, palpando mi músculo. Los lentes de sol no me dejaban leer mejor su expresión, y entonces reaccioné.
¡Les iban a hacer quitar los lentes de sol a los gemelos!
Le toqué la mano a Ursa, que la tenía todavía sobre mi brazo, dándole a entender que me diera un momento, y avancé hacia la fila, en donde ya estaban mirando a los gemelos. Algunas personas se alejaban.
—¿Qué sucede? —me interpuse enseguida.
—¿Tienen los lentes de contacto prohibidos, o son evolucionados? —preguntó el tipo que controlaba el juego.
Sí recordaba que algunas personas conseguían lentes de contacto que simulaban los ojos de los evolucionados. Aunque era difícil que hubiera unos tan precisos, sobre todo porque el iris de ellos era bastante más grande que el nuestro.
—¿Qué edad tienen? —les pregunté a los chicos.
—Cumplimos diecinueve hace poco —respondió uno.
—¿Crees que estos críos inocentes hubieran atacado? —me burlé del sujeto—. Aunque entiendo. Míralos. Son malévolos.
Pero ellos solo miraban con sus enormes ojos, sin parpadear.
—¿Tú los trajiste?
Si alguien decidía reportarlos, iba a estar en problemas. Puse la cara más seria que pude, la que asustaba a mis hombres.
—Soy capitán en Seguridad Nacional —hablé a los demás—. Ya hemos visto que los evolucionados son como nosotros. Entiendo que algunos los odien, créanme, lo entiendo bien, yo también he estado ahí, pero en ambos bandos hay buenos y hay malos. Como humanidad, nuestras manos no están limpias. Estos son solo dos niños queriendo jugar, y les aseguro que no van a ser los últimos en querer conocernos también. Hay que aprender a aceptarnos.
—Es el que salió en la TV —dijo alguien.
Luego de que Orión quiso vengarse y no le salió el plan, unos reporteros me hicieron preguntas, por eso había salido en las noticias diciendo que no todos los evolucionados eran peligrosos, y que muchos estaban siendo controlados.
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Ojos de gato Ursa
Science FictionElla no es humana y él, que debe detestar a su especie, no puede dejar de pensar en ella. Max es un joven militar y su misión es defender a la ciudad de aquellos peligrosos Humanos Evolucionados. Sin embargo, luego de conocer a Ursa, una chica evol...