Capítulo 40: Decisiones

2.5K 362 262
                                    

Ursa

Marcos trató a Max, luego de que saliera bien de la operación. Le regeneró la parte del hígado que la bala había impactado, con algo llamado "células madre" o algo así.

Felizmente no le habían disparado más. Su padre había dado la orden de ya no abrir fuego contra su hijo.


Me mantuve recostada sobre la camilla, acariciando el brazo de mi Max con suavidad. Las comisuras de sus labios se levantaron levemente en una sonrisa, mantenía los ojos cerrados. Todavía se recuperaba, pero estaba tranquilo.

—Perdón que hayas tenido que hacer todo esto, por mí —murmuré.

Él negó despacio.

—Por ti, lo haría de nuevo. Aunque condene mi alma.

—No. Si tú no hacías algo, iban a matarnos. La naturaleza es así. Lo veo en el bosque, siempre.

Él suspiró y apretó los labios.

—Supongo. —Giró el rostro hacia mí y su mirada intensa me atrapó, como siempre—. No hubiera permitido que te lastimaran. Jamás. —Acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Sus ojos se fueron a las leves marcas rojas en mi cuello y apretó los labios—. Perdóname tú por meterte en mis dramas familiares. Era lo que menos quería.

Negué y tomé su mano.

—Somos una familia desde que nos unimos, incluso desde antes. Ya formaba parte de todo tu drama, lo quieras o no.

Dio una corta risa en silencio y luego hizo una mueca de dolor, llevando su otra mano a su costado.

Continuó acariciando mi mejilla luego de respirar hondo.

—No sabes el terror que sentí al saber que estás embarazada. Las pastillas fallaron supongo.

Él lo había sabido cuando vio los resultados de un escaneo que me hice de casualidad mientras jugueteaba con el aparato extraño ese, por curiosa, justo antes de darse cuenta de que su padre había mandado gente por mí.

—Yo también me he asustado al enterarme —admití.

El corazón se me disparó cuando la enfermera me lo dejó saber. Me habían dejado inconsciente, me había golpeado, pasé por mucho estrés, había peleado y todo, teniendo a una vida adentro de mí. Había corrido peligro sin saber.

El solo saber que llevaba un ser que era parte mía y parte del hombre de mi vida, mi Max, me había tibiado el corazón. Había tocado y acariciado mi vientre, aunque no estuviera abultado todavía.

—Lo siento. Es mi culpa. Sé que solo tienes veintidós. —Max me miraba de forma seria sin dejar de acariciarme—. Que tienes planes y... que quizá no planeaste esto. No lo hicimos. Así que... decidas lo que decidas... voy a apoyarte.

—¿A qué te refieres?

Suspiró y apretó los labios.

—Que puedes decidir no tenerlo, si no... —resopló—. No puedo decirlo así de simple...

—¿Puedo decidir no tenerlo? —Me horroricé—. No. ¡Yo sí lo quiero! Por supuesto que lo quiero. —Mi corazón se había desbocado—. Ya lo amo. Lo adoro. Es tú y yo, juntos.

Él me miraba con ojos muy abiertos. Soltó aire, pareció aliviado, y sonrió ampliamente.

—Perfecto, porque yo también lo adoro con toda mi alma.

Puso la mano detrás de mi cuello y me atrajo hacia él para besar mis labios. Mis ojos ardieron, quería llorar, pero de felicidad repentina.

—¿Por qué creíste que no lo querría? —reclamé.

Ojos de gato UrsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora