Capítulo 20: Que nadie sepa

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Max

—Sana y salva —le dije a la gatita luego de detener a Patricia cerca de su casa.

Estaba pensativa y me preocupé. Quizá ya se estaba arrepintiendo de lo que pasó. Total, eran como gatos. Aunque, no...

—No quiero que alguien sepa de esto.

Eso me extrañó.

—¿Por qué?

Miró a sus manos juntas sobre sus muslos.

—Cuando Sirio rompió la futura unión, todos hablaron por semanas de ello, señalándome. No quiero que me pase de nuevo. Es muy humillante.

Suspiré.

—Hey. Mírame, muñeca —le pedí acariciando su mejilla con el dorso de mi mano. Ella me dejó ver esos grandes ojos y le sonreí con calma—. Tranquila. No pienses en eso, no pienses en un fin que, la verdad, no creo que llegue si es que ambos trabajamos en esto. Está bien. Nadie va a saber, pero... —hice una mueca—. Mi hermano sospecha, al igual que Tania. Y pues, por lo pronto, no puedo ocultarle esto a Jorge, al menos.

Ella lo pensó un par de segundos y terminó asintiendo.

—Bueno, pero que no diga nada. O lo rompo.

Di una breve risa silenciosa y acepté.

—Sí, puedes rompernos a los dos, no te preocupes.

Sonrió con más calma.

—Te veo luego entonces.

—Sí.

Tomé su rostro y me incliné, poseyendo sus rojos y deliciosos labios. Ella quedó congelada un momento, pero reaccionó y me apartó.

—Ya. Mucho.

Reí, regresando a mi posición en mi asiento. Yo no era de besos, pero con ella no me estaba midiendo. Jamás había deseado tanto besar a alguien.

—Bye, mi muñeca —la despedí mientras bajaba y cerraba la puerta.

Quedé con la sonrisa de tonto un rato más hasta que resoplé, desordenando mi cabello y acomodándome para poner en marcha a Patricia de nuevo.

Vigilé que ya había entrado a su casa, al menos al parecer, ya que todo estaba oscuro y las luces de Patricia estaban iluminando en forma perpendicular a su casa poque era un pendejo que no supo estacionarse de manera correcta para verla. En fin.

Recordé que debía preguntarle si denunció a ese evolucionado psicópata, cuando me topé con alguien que iba con una linterna y me detuve.

Se acercaron y bajé la ventana al ver a Marien con Sirio.

—Heeey —saludé.

—Hola. ¿Qué...? ¿Venías a visitar o algo?

—Eh. Sí. Algo así.

Ella me miró de forma suspicaz. Sirio ladeó el rostro y me acordé de su buen olfato así que, tras presionar un icono en el monitor de prisa, la camioneta soltó perfume en la cabina. Aunque probablemente ya había olfateado a Ursa.

Le sonreí y él arqueó una ceja.

—Iba a llamarte de todas formas —comentó Marien, emocionada—. Verás, voy a tener una pequeña celebración modesta. Ya sabes, como inaugurando nuestra casa. Como que Rosy se distrae, ya sabes que Ácrux se fue y eran amigos y...

—Ay, por favor, ¿cuándo se fue? ¿Apenas anteayer, creo? Va a estar bien.

—Sí, bueno. Ya que los otros evolucionados te han dejado solo también, quizá tienes tiempo libre.

Ojos de gato UrsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora