Capítulo 30: Él es mi hogar

2.9K 401 349
                                    

Ursa

—Entonces, ¿no tienes unión pactada todavía? —había preguntado.

—No. Por eso, mis padres han pensado en ti nuevamente. Ya que mi abuela es tu mentora y les ha hablado bien de ti —dijo Sol.

Su familia se dedicaba a cavar. No lo hacían mucho, pero cada vez que lo hacían, solían encontrar cristales. En la zona abundaban al parecer.

El objetivo real era encontrar cosas de humanos, que hubieran quedado enterradas y perdidas, dinero, metales. Descubrían antiguos basureros y demás. A veces, si encontraban un asentamiento mineral, se entretenían en él un par de años, dependiendo del tamaño y hasta donde pudieran llegar sin depredar el bosque.

Eso, de pronto, me había dado una idea.

—¿Podría ser que me den algunos de esos cristales que suelen encontrar? Los puedo usar en... —Me detuve.

—¿En qué?

—Unas cosas que hago.

Él me miró confundido.

—¿Haces...? ¿Cómo los artesanos?

Suspiré y, aunque dudé, respondí.

—Sí. Hago algunas cosas en el poco tiempo libre que tengo. Suelo juntar cuero, y como los brazaletes son pequeños, de una sola vaca pueden salir...

—Pero eres cazadora —interrumpió, más confundido.

Apreté los labios, sintiendo un nudo por la boca del estómago. Había olvidado de pronto que ni siquiera mi madre me preguntaba sobre eso. Todos siempre solo querían saber sobre lo que se suponía que era mi única función.

—¿Acaso no puedo hacer las dos cosas?

Lo pensó unos segundos y encogió los hombros.

—Bueno... Es que es trabajo de los artesanos hacer las cosas, ya sabes.

Suspiré.

—Supongo.

El único que incluso me animó a hablar más de lo que me gustaba hacer, fue Max.

—Por cierto —pensó unos segundos y me miró con sospecha—. Columbus me dijo que estaba cometiendo un error. Que has estado muy... "cerca" de uno de esos humanos inmorales.

Mi sangre se enfrió lentamente. Tragué saliva.

—Soy amiga de un par —solté y me aclaré la garganta—. Si eso es un problema...

—No. —Parpadeó, pensando otro par de segundos—. Si no has estado cerca de forma comprometedora.

Apreté los labios.

Eso había pasado antes de que viera a Max de nuevo, antes de ese beso... Antes de que volviera a perderlo.


Intentaba hacer un grabado, pero no me salía bien. Resoplé y quedé mirando la pieza con tristeza y frustración.

Al menos la casa estaba silenciosa, pero extrañaba a alguien.

"Firmé para quedarme en Areq..."

Gruñí. Mi corazón se estrujó y apreté los puños. Mis ojos quemaban queriendo soltar lágrimas, pero ya no iba a llorar por él. ¡Era un tonto!

Estaba enojadísima con mi corazón por insistir tanto. Mi mente se quería ir de su lado cada vez que bajaba la guardia y me ponía a recordarlo. Él me había preferido, había tenido la paciencia de decirme cosas sobre su vida, aunque eso había sido otra puñalada en la herida ya existente.

Ojos de gato UrsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora