Max
La música retumbaba, las personas bailaban en las luces bajas e intermitentes, pegadas las unas a las otras. Había venido con algunos de mis hombres a despejarnos un poco.
Había creído que iba a olvidarme de Ursa pronto, estando lejos, pero no. El tiempo había pasado y el dolor en mi pecho solo había crecido. ¿Qué clase de maldición era esta? ¿Así era un corazón roto? Vaya mierda.
Bebí un trago de la cerveza y su amargura pasó ya casi sin sentirse. Me aclaré la garganta, frunciendo el ceño y apretando los labios.
Una chica se sentó en mí de pronto. Estaba oscuro, pero las leves luces me dejaban verla. Llevaba un top que dejaba al descubierto sus hombros y su abdomen. Sonrió al ver mi placa militar. Esa placa a veces había servido de imán de mujeres, cuando era un recluta, pero en esta ocasión, no lo esperaba.
Se puso de pie y tomó mi mano. Bebí el último trago de del vaso y lo dejé mientras la seguía.
Giró despacio, levantando los brazos con gracia, moviendo las caderas, y me pegué a su cuerpo. Rodeó mi cuello, moviéndose al ritmo de la música y seguí sus formas con mis manos. El bajo de la canción retumbaba en todo el ambiente. Me dio la espalda y rozó su trasero contra mí, una y otra vez, provocándome.
Estaba dolido todavía, eso lo sabía, y si hubiera sido el pendejo de antes, me hubiera ido con la chica solo por despecho... pero ya no era un niño.
Cuando ella se giró para intentar besarme, mis labios formaron una línea y luego sonreí a modo de disculpa.
Me fui y resoplé, tratando de quitarme el calor. No era de piedra, y poco me faltaba para irme con ella, pero mi cerebro estaba en un rincón, contra la pared, deprimido con una nube negra encima, pensando solo en Ursa. Solo la quería a ella.
Una muy fugaz idea cruzó por mi mente, que, si llegaba a hacer algo con otra chica, y ella se enteraba, mis escazas esperanzas de recuperarla se iban al carajo.
Entonces me di cuenta de que guardaba esa muy pequeña esperanza a pesar de todo, sin que me hubiese dado cuenta de que la tenía ahí.
—Max —Jorge me llamó y fui hacia él—. Es Ácrux. Creo que bebió mucho.
Lo miramos y el pobre estaba con el rostro apoyado en una mano mientras dibujaba círculos sobre la mesa con la otra.
—¿Qué? Solo tomó un par de vasos.
—Ya, pero...
—Sí, ya sé. No tiene costumbre. ¿Ya ves? Te dije que no debía tomar.
—¿Qué? ¡Pero si tú fuiste el que más le insistió!
Solté una carcajada y me acerqué al pobre perdido evolucionado. Le puse una mano sobre el hombro y lo moví apenas para llamar su atención.
Alzó la mirada y sus pupilas estaban dilatas.
Ay, madre, qué miedo.
—Oye, ¿estás bien?
Bajó la vista. Miré a Jorge e hice una mueca.
—Deberíamos...
De pronto tiró de mi mano y terminó rodeando mi cintura, enterrando el rostro por mi abdomen. Di un respingo.
—¡¿Qué...?! —Intenté alejarlo, empujándolo de los hombros, pero no sirvió—. ¡Ahhh! ¡Jorgeee!
Él solo se carcajeaba.
Ácrux, por suerte, aflojó su agarre y me pude apartar. Se dejó recostar sobre la mesa, con la frente pegada a esta, mirando al vacío.
—Suficiente. Voy a llamar a Rosy, que se lleve a este... —Marqué su número y le eché un vistazo a Ácrux—. ¡Oye! —Ramírez le había dado otro vaso—. ¡Oye, que no le des más!
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Ojos de gato Ursa
Science FictionElla no es humana y él, que debe detestar a su especie, no puede dejar de pensar en ella. Max es un joven militar y su misión es defender a la ciudad de aquellos peligrosos Humanos Evolucionados. Sin embargo, luego de conocer a Ursa, una chica evol...