Con el alma herida.

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Hacia mucho tiempo que ya se había desacostumbrado a sentir el calor corporal de su esposa junto a él.

Al irse, Franco se había autoconvencido a si mismo de que jamás volvería a sentirla tan cerca de él, volver al lado de Sara era tan solo un sueño que él sabia que jamás sucedería.

Pero allí estaba, acostado en su cama, en su casa, con los brazos de su mujer abrazándolo y su cuerpo sobre el suyo. Todo había sucedido muy rápidamente. Hacia menos de una hora, estaba frente al espejo del cuarto de baño, siendo atacado por los recuerdos de las torturas que había sufrido a diario los últimos años, no podía evitar pensar en eso cada segundo de su dia, aunque intentara dejarlos atrás, esos recuerdos no dejaban de atormentarle y seguian haciendo de su vida un infierno.

Cuando sintió a Sara ingresar el en cuarto de baño y posteriormente la vio por el reflejo del espejo, su infierno desapareció por unos instantes, volvia a sentirse en el cielo, tal y como se había sentido cada dia durante más de veinte años al estar al lado de su mujer. La sonrisa tan dulce de Sara, su mirada siempre tan llena de amor, iluminaron aquel cuarto de baño que para Franco se había oscurecido en los ultimos minutos.

Solo ella podía lograr eso.

Al escuchar a la castaña preguntar si lo incomodaba, quiso golpearse a si mismo por hacerla sentir de esa manera. ¿Como podría incomodarlo, si Franco solo se sentía a gusto estando a su lado?

Claro, desde que había llegado a casa no había hecho más que evitarle, completamente entendible que su esposa pensase que no le queria cerca, aunque la verdad era que él la necesitaba más de lo que ella a él.

Pero tenia miedo de bajar la guardia.

Vivía con el constante temor de hacerle daño.

No era el mismo Franco ingenuo y despistado que se había ido de San Marcos cuatro años atrás. Su cabeza había tenido que acostumbrarse al lugar donde vivía.

Se había vuelto más desconfiado. Había desarrollado un instinto de protección que estaba alerta las veinticuatro horas del dia, listo para protegerle de cualquier persona que quisiera golpearle.

Y él no podía controlarlo.

Lo había comprobado al ver a su hermano por primera vez, cuando este intentó abrazarlo, y la cabeza de Franco se puso alerta, apartandolo de forma violenta y dejando a su hermano y cuñada con la boca abierta.

No podía permitir que su cabeza, carcomida por el miedo, le hiciese eso a su esposa. Tan solo imaginarse a si mismo rechazandola de aquella manera le rompía el corazón. Sabia que no podía vivir eternamente de esa manera, pero no encontraba aun el valor para hablar con su familia y contarles como se sentía. No quería causarles más daño, pero Franco no lograba darse cuenta de que de todas maneras, los estaba dañando.

Su cabeza estaba más alerta que nunca luego de los recuerdos que habian azotado su mente minutos antes, pero fue incapaz de alejar a Sara cuando la vio acercarse tan tímidamente a él.

La había roto, y eso lo mataba. ¿Desde cuando su mujer se mostraba tan timida ante él? No se supone que las cosas funcionasen de esa manera. Normalmente, Sara ingresaria al cuarto de baño para regañarlo por tardar tanto, y haciendo la mueca más tierna que Franco hubiese visto alguna vez, le diría que no le gustaba el corte de su barba, y tomaría ella misma la maquina para afeitarlo.

Sin embargo, esos días habían quedado atrás, y ahora Sara se acercaba a él como si fuese un desconocido.

No pudo evitar darse la vuelta al escucharla preguntarle si precisaba ayuda para afeitarse, la mirada de la castaña le indicaba que había recordado lo mismo que él. No fue capaz de articular un "Si" pero dejó que sus músculos se relajaran y eso fue lo que le indicó a la castaña que podía avanzar.

Sarita y Franco {Imagines|One shots PDG2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora