Grabarte en mi piel

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Sara Elizondo se encontraba de pie frente a la encimera de la cocina, con un café recién hecho en sus manos, observando a los vaqueros que pasaban frente al ventanal de la sala mientras llevaban a los caballos de regreso a las caballerizas. La casa se encontraba en una completa paz, Gaby había salido a la universidad bien temprano, y Franco había corrido a la asociación a entregar un documento de traspaso que se les había traspapelado y era necesario para concretar una venta urgente.

Sara creia que tendria un par de horas para ella sola, no tenía mucho trabajo, por lo que le había indicado a Gonzalo que realizaran las actividades de rutina sin ella, no se la necesitaria en las caballerizas ese dia, y Sara había decidido aprovechar el tiempo libre para relajarse en casa.

—-¿Se le ofrece algo más, señora Sarita? –Irene apareció tras ella–

—-No te preocupes, Irene, estoy bien

—-Debo ir al pueblo a buscar algunas cosas que hacen falta en la casa, ¿Está bien si voy ahora? ¿seguro que no me necesitará?

—Ve tranquila –Sara dejó la taza sobre el mármol y se dio la vuelta para sonreírle a su empleada– Dile a Marcos que te lleve

Irene asintió y salió de la casa dejando a Sara sola, la castaña regresó su atención a la humeante taza de café que había dejado en la encimera, la tomó entre sus manos para darle un sorbo mientras cerraba los ojos, gozando la tranquilidad que se sentía en el ambiente.

Tranquilidad que fue interrumpida por el ruido de la puerta principal abrirse.

—¡Mi amor! –Franco Reyes entró en la casa con una sonrisa de oreja a oreja–

—¿Todo bien, mi vida?

Sara volvió a dejar la taza en la encimera para darse vuelta y caminar hacia la alacena donde guardaban la vajilla, se puso en puntitas de pie para alcanzar una de las tazas blancas donde le sirvió un poco de café a su esposo mientras lo escuchaba acercarse a ella. Se volteó nuevamente para encontrarse a un Franco muy sonriente, Sara le devolvió la sonrisa mientras le entregaba la taza con la infusión antes de darle un corto beso en los labios.

—¿Te aceptaron los documentos?

Sara tomó su propia taza entre sus manos y le dio un sorbo a su bebida mientras esperaba la respuesta de su esposo.

—Todo solucionado, amor, no te preocupes.

—¿Irás a la oficina hoy?

—-No, de hecho necesito que me acompañes a un lugar

—¿Yo? ¿Qué? ¿Hay algún problema?

—-Nada de eso, pero necesito hacer algo y quiero que me acompañes

Sara entrecerró los ojos intentando encontrar en la cara de su marido alguna pista de lo que se traía entre manos, pero fue inutil, Franco tenia un semblante relajado y su tipica sonrisa, para nada se lo notaba nervioso, lo que sí pudo vislumbrar Sara fue un brillo en los ojos de su marido, Franco siempre tenía los ojos brillantes, era algo normal en él, pero Sara lo veía más radiante que nunca, en lugar de preguntarle a Franco que sucedía prefirió asociar aquel brillo en su mirada al hecho de que por fin estaban volviendo a ser una familia normal, con la rutina de siempre, y juntos como siempre habían estado.

—¿Por qué no quieres decirme qué te traes entre manos?

—Es una sorpresa, mi amor

Franco intentó contener su risa, no había nada de malo en sus planes, pero sabía que Sara pondría el grito en el cielo de igual manera, y por eso era que no quería contarle nada hasta no llegar al lugar.

Sarita y Franco {Imagines|One shots PDG2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora