Ahogada

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Al rato de haber estado solo llorando tomé mi celular y comencé a mirar Instagram nuevamente. Planeé que más tarde encontraría una novela en Wattpad que me llamara la atención para leer como festejo de cumpleaños. No tenía mejor opción.

A la hora me encontraba leyendo un ardiente romance en el que el protagonista siempre se preocupaba por lo que ella deseaba, no sabía ni para qué me gastaba en compararme. Él no me había llevado allí a su mansión por amor, yo no había ido allí por amor. Lo suyo era solo campaña. Y mi vida estaba destruida, yo estaba condenada a permanecer en aquel lugar sin tener la oportunidad de vivir mi vida como adolescente o de decidir de quién enamorarme.

Preguntas en las que antes no había pensado cruzaron mi mente: ¿cómo terminaría el colegio? ¿Asistiría a la universidad? ¿De qué trabajaría luego? ¿Me obligaría a trabajar para su empresa, con cuyos valores y criterios yo no acordaba?

Aquello era lo peor que podían hacerme: manejar mi vida.

Yo era un espíritu libre con razonamiento propio que no se dejaba guiar por nadie sin antes haber evaluado por mi misma las cosas.

Ahora era como un pájaro en una jaula. Un puto pájaro.

Comencé a sofocarme. El encierro me empezó a pesar y necesité salir de mi habitación.

Corrí por los pasillos sin saber hacia dónde iba sintiendo el corazón golpear a cada paso mi pecho. El aire no ingresaba fluido por mis fosas nasales y sentía una presión horrible en el pecho. Como si una mano malvada se aferrara a mi corazón con intención de estrujarlo para luego arrancarlo. Iba a morir allí antes de alcanzar la mayoría de edad. No llegaría a medianoche.

Comencé a sollozar mientras corría. Me estaba muriendo. No había planeado gritar pero escuché un desesperado "ayuda" salir en un grito,más bien un aullido, de mis labios.

Continué llorando. Creía escuchar pasos a mis espaldas pero la sangre fluía con tal fuerza por mis oídos que no conseguía escuchar bien.

No me detuve hasta que una mano fuerte y firme me tomó del hombro.

—¿Qué te sucede?—Era él.

—No puedo respirar. Me estoy muriendo. Me siento encerrada—Lloré pero él no se quedó a terminar de escucharme. Su mano descendió por mi mano hasta mi brazo y jaló de él.

Yo lo seguí sin fuerzas de renegar.

Me llevó escaleras abajo hasta que estuvimos en la puerta doble vidriada con ribetes dorados.

¿Me haría dormir afuera?

—Vamos a dar una vuelta. Eso te ayudará. Es ansiedad lo que tienes. Un ataque de pánico.

Lo seguí por el suelo de piedrecillas grises hasta llegar a un coche negro deportivo estacionado junto a uno rojo y uno verde. Todos de él. Ese era descapotable y

permanecer en el aire frío de la noche me hizo bien. Inhalé con todas mis fuerzas.

—Más despacio o vas a hiperventilar. Intenta que tu respiración se normalice.

—¡Lo hago como puedo!

—Te jodes tú—dijo rodando los ojos mientras ponía en marcha el auto.

Dimos marcha atrás hasta salir de ese camino y comenzamos a ir por el camino de árboles y bosque abierto.

La brisa fresca y el aroma a césped eran relajantes.

—¿Nunca habías pasado por eso antes?

—¿Por qué, por un cuasi-secuestro? No, la verdad, no.

—Veo que ya estás bien—sonrió y yo bufé.

—No habría estado mal en primer lugar si tú...

—Te otorgué la posibilidad de una mejor vida.

—¿Ah,sí? ¿Atada a ti?

—Conmigo tendrás el poder económico para hacer lo que desees. Viajar, estudiar—enumeró con los dedos y yo abrí mis brazos con miedo porque él había quitado las manos del volante.

—Tranquila—rió él al notar mi preocupación—Hay cientos de hectáreas vacías solo para nosotros.

—¡Qué raro tú presumiendo! ¡Y se suponía que ibas a tranquilizarme luego de mi ataque de pánico!—dije la última parte haciendo comillas con mis dedos.

—¿No crees que haya sido un ataque de pánico?

—No.

—Te aseguro que sí.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque pasé por muchos.

No me interesaba saber sobre sus patéticos ataques de pánico así que volví a lo que me importaba.

—¿Y puedes decirme de qué me sirve todo tu...tu dinero si estoy sola como una ostra???

—Estarás conmigo.

—¡Vaya compañía!—golpeé las manos contra mis muslos—¿Y quien me querrá?

—Podemos aprender a querernos.

—¡No quiero tu estupido cariño!—Otra vez comencé a agitarme y esa sensación desesperante en el pecho regresó—¡Está volviendo!—grité asustada.

Él detuvo el auto de un frenazo y se desabrochó el cinturón para quedar de cara a mi.

—Tranquila. Respira. Te hablaré para que te calmes y pienses en otra cosa. Tú sola respira en cuatro, mantén el aire en cuatro, suelta en cuatro y quédate vacía en cuatro segundos cada cosa.

Yo le obedecí porque no me quedaba otra y él comenzó a hablar. Por primera vez, su voz profunda fue algo a lo que me aferré. Algo que escuché y seguí para salir de aquel pozo oscuro.

—Mi primer ataque de pánico lo tuve a los trece. Por eso te digo que sé lo que son...

—¿Por...por qué?—De pronto me causaba curiosidad qué lo había hecho pasar por ese martirio y además quería-necesitaba- su voz para escapar, para relajarme y no pensar más que en sus palabras. Cuando él se callaba, cuando había silencio, los nervios y la oscuridad volvían.

—Fue cuando mi hermano murió.

Mierda.

—¿Qué le ocurrió?

—Se ahogó.

—Lo siento—Mi mirada estaba al frente, mi respiración aún entrecortada.

—Lo peor fue la posterior depresión de mi madre.

—¿Y...—quise indagar.

—No quiero seguir hablando del tema—me cortó, seco. Duro.

—Está bien. Lo siento.

Él volvió a tomar el volante y condujo a lo que yo creí que era de regreso a la mansión.

—¿Y qué puedo hacer para calmarlos? Los ataques, digo.

—Te llevaré en auto siempre que necesites si eso te relaja.

—Gracias.

—¿Sabes? Siempre después de esos sustos necesitaba un subidón de azúcar y ya va a ser tu cumpleaños ¿Qué te parece si vamos por un trozo de pastel?

Yo asentí.

¿¿¿Qué les parece???¿Qué esperan que pase a continuación?

Vendida al CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora