—Te ha caído pesada la comida, ¿verdad? —con un movimiento de cabeza y cejas, señaló mi mano, que cubría mi vientre hinchado.
—Sí, creo que en parte me gustan mis cumpleaños por eso. Siempre como de más.
—Así que respeté tus tradiciones.
—Bueno, solo esa. Los cumpleaños son importantes para mí. No entiendo a la gente a la que no le gustan. Eres el centro de atención por un día, comes lo que quieres...
—Eso es porque eres excéntrica.
—De verdad que no entiendo a quienes los sufren—dije con la mirada en el suelo, mientras jugueteaba balanceando la pierna. El movimiento de la apertura de mi cadera daba más espacio a mi estómago.
—Bueno, yo soy uno de esos—dijo y mi mirada se levantó—Mi hermano falleció en mi cumpleaños. Se ahogó en la piscina, en el festejo.
Mierda. Qué trágico.
—Lo siento—dije apretándome los labios.
—Cayó hacia atrás. La nuca golpeó el borde de la piscina y luego se ahogó—su mirada estaba perdida otra vez. Como si estuviese recordando aquel momento. Tampoco parecía que me lo contara por completo a mí. Era solo...como si necesitara decirlo. Liberarlo de las puertas de su mente.
Me quedé callada porque consolar a la gente no era lo mío. Yo era de esas que siempre intentaba ser positiva y no mirar a los problemas, pero tampoco era estúpida y comprendía que no podías darle la espalda a eso.
Como la otra vez, él sacudió la cabeza al parecer librándose de sus pensamientos y volvió a su rostro habitual, lo que agradecí. Fue entonces que pregunté:
—¿Y este sofá? ¿Sueles pintar a gente?
—No, pero podría retratarte.
—¿Y para qué lo tienes entonces? ¿Puro esnobismo?
—Supongo que quedaba bien con el resto de la sala.
—Qué raro—Yo rodé los ojos.
—De verdad que podría intentar hacerlo. Retratarte. Pero debería buscar más colores. Suelo pintar con azules oscuros pero tú...Te imagino como una tormenta de verdes y rojos. Naranjas y amarillos. Furia y pasión.
—Vaya.
—¿No te imaginas con esos colores?
—No suelo imaginarme de forma tan abstracta.
Él asintió.
—Aunque si fuera un animal...Creo que sería un gato—No sabía por qué había dicho eso.
—¿Por lo arisca?
Aquello me arrancó una risa. Una carcajada profunda que emergió desde el centro de mi pecho y que no llegué a retener.
—Iba a decir por la astucia. Porque se mantienen alertas y porque seleccionan a la gente que quieren cerca pero sí, puede ser.
—Así que tenías la opción de qué animal ser bastante estudiada, ¿eh?
Eso hizo que me sonrojara un poco pero negué mirando a un costado.
—Solo pienso rápido. ¿Qué animal serías tú? —viré el filo, giré la dirección hacia donde apuntaba el cuchillo de nuestra conversación.
—Pues un león, supongo. Una cheeta, quizás.
—¿Porque andas cazando gente? —mi tono fue amargo.
—Porque creo que soy rápido, dominante.
—No permitiré nunca que lo seas conmigo—No sé si sonó a advertencia. Pero lo era. Mi tono ya no era tranquilo como antes, estaba alerta como aquel gato al que había imaginado. Aquel que quería su espacio personal.
Me puse de pie, limpié mis pantalones de un polvo imaginario y le dije que me retiraría a mi habitación.
A pesar de que cuando volví a mi habitación ya eran pasadas las doce de la noche, leí poco y me dormí temprano y dormí un poco más tranquila que la noche anterior- tal vez gracias al grado de somnolencia que el estómago lleno me propinaba–hasta que a las nueve de la mañana desperté con el sonido de los pájaros al otro lado de la ventana. Estar en medio del bosque tenía esas características que yo, viviendo en plena ciudad, nunca había podido apreciar.
Bajé al comedor con el celular, teniendo la intención de leer allí solamente ya que mi estómago estaba repleto aún, pero allí me lo encontré.
—Buenos días,Leslie.
—Buenos días.
—¿Quieres desayunar?—Yo negué. Él estaba de nuevo con esa maldita tostada de aguacate—¿Un café, al menos?
Yo asentí y me senté a leer en lo que él me lo trajo.
—Gracias—dije cuando lo dejó frente a mí pero, a pesar de que a los segundos ya había vuelto a su lugar a sentarse, yo seguía sintiendo su mirada sobre mí—¿Qué me ves?—levanté la mirada enarcando una ceja, inquisitiva.
Él señaló con la cabeza mi remera.
—Usas la misma remera que el primer día. Solo es el segundo.
—Lo siento por no tener tanta ropa—dije rodando los ojos.
—Hoy podemos ir al centro a comprar. Te llevaré a mi shopping favorito.
Aunque solo asentí fingiendo desinterés, me emocioné por dentro. Yo nunca había podido comprarme nada en un shopping. Toda mi ropa provenía de pequeñas tiendas en el barrio y que eran de baja calidad. Ya me imaginaba yo a qué clase de shoppings debía ir él.
Luego de leer un rato en la biblioteca, almorcé ligero y luego decidí salir al jardín para seguir leyendo en uno de los bancos de madera que había allí. Tenía la intención de que el sol me calentase un poco además de que los ruidos de la naturaleza eran relajantes y reconfortantes.
Me estaba ya quedando sin batería en el celular de tanto leer cuando una sombra tapó el sol que me iluminaba. Levanté la vista. Él había venido a buscarme.
—¿Quieres ir ya al shopping?—me preguntó y yo tuve que disimular la emoción.
Estuve emocionado durante todo el trayecto. Hicimos un tramo de bosque y carretera primero y luego nos introdujimos en la parte lujosa de la ciudad.
El shopping quedaba ya saliendo de esta, al otro lado, en donde ya comenzaba una nueva carretera.
El lugar estaba lleno de palmeras y todo era al descubierto. Las columnas y paredes eran de una pared entre amarilla y anaranjada y los escaparates, todos de vidrio, exhibían prendas muy lujosas.
—Wow—No pude evitar soltar.
—¿A dónde quieres entrar?
Lo miré incrédula. No podía creer que fuera a comprarme algo allí.
Señalé un negocio cuyo maniquí lucia un vestido fucsia que pronto acabé llevando en una preciosa bolsa colgada de mi hombro. Compré un pequeño bolso lila al juego, unos tacones verdes claro y algunas cuantas remeras.
Se me hacía cómica la cantidad de bolsas que cargaba.
—¿Me ayudas a elegir una camisa para mi?
Yo asentí.
Entramos a un negocio que tenía aroma a perfume de topa masculino.
Una mujer de un color pelirrojo horrible nos ayudó con los talles y yo noté cómo claramente miraba a él con adulación y a mí con desprecio.
Yo la miraba enfadada desde un sillón negro en el que esperaba a que Adam se probase las cosas cuando él me llamó.
—¿Leslie?
—¿Sí?
—Ven ¿Puedes decirme cuál te gusta más en mi?
—Ehh, claro—dije poniéndome de pie y descorrí la cortina de su cambiador.
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Vendida al CEO
RomantikPUEDE COMPRAR SU CUERPO, PERO...¿SU CORAZÓN? Leslie Brown no está de acuerdo con la opinión de su familia. Para ella, el empresario Adam Boston es un arrogante, un malcriado caprichoso y un patán. Ella no puede demostrar todas sus teorías excepto un...