Me importa una mierda

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Por la tarde, salimos a pasear con Atilio. Los árboles desprendían algunas de sus hojas con la brisa de aroma fresco y verde. La correa saltaba en mi mano al compás de los saltos de mi perrito que intentaba agarrar las hojas con la boca y hasta le gruñía a algunas.

—¿Se te pasó el enojo?

—No estaba enojada.

—¿Entonces...Estabas bien?—me miró con preocupación y eso me enterneció a tal manera que el esfuerzo que debí hacer por no sonreír fue superior a cualquier otro que hubiese hecho antes. Fue como una caricia al alma, un calor que no solo me invadió el pecho sino también las mejillas.

—Sí, gracias.

—No debes decirme que no solo para que no me preocupe.

—De verdad, todo está bien—dije minimizando la situación con un gesto de la mano—Es solo cansancio, supongo.

—¿Físico o...?

Él me hacía preguntas que ni yo misma me hacía. Quería llegar al fondo. Nunca nadie había querido descubrirme.

—Bien, Adam. Estoy bien—Y no pude evitarlo. Me mordí los labios pero la sonrisa salió de todos modos.

—Hoy vendrá Noel a cenar, pero puedo suspenderlo si no te sientes bien.

¿Fingía sentirme mal? Era una buena idea... De pronto su celular sonó.

—Un momento—me pidió disculpándose antes de atender—¿Noel? ¿Ya estás aquí?—Su expresión era de sorpresa—Oh...Bueno, estamos...paseando a Atilio. Ahora voy. El perro de Les, sí.

Les.

Y Noel. En la puerta.

Mierda.

—Yo...Lo siento, Les.

—Ya sé, ve—lo interrumpí porque ya había escuchado la conversación y no quería volver a hacerlo.

—Ven cuando quieras—me dijo antes de marcharse.

No quería. Claro que no quería. Pero tampoco quería dejarlos solos así que solo unos minutos después tomé a Atilio en brazos y corrí hasta la casa.

Cambié mi ropa deportiva por algo más arreglado y fui hasta la sala para encontrármelos.

Allí estaban ellos. Conversando en un tono de voz, al menos ella, bastante íntimo y soltando risitas estupidas de costado mientras enrulaba su cabello en su dedo cada dos minutos.

Él se volteó primero a verme y sonrió. Ella también lo hizo pero su sonrisa se sintió falsa.

—¡Leslie!—Exclamó ella antes de llevarse su taza de té a la boca y dar un sorbo—Bienvenida.

¿Bienvenida?

Si, acababa de llegar pero yo era la que vivía en aquella casa.

Sentí ganas de gritárselo, pero no lo hice. Porque no era ella lo que me importaba sino Adam. Porque poco me importaba lo que pudiera ella decir pero sí lo que Adam pudiera escuchar.

Arrastré de mala gana una silla y la ubiqué a un costado de ellos dos, que estaban uno frente al otro.

Noel contó sobre las grabaciones que estaba llevando a cabo y su complicada agenda, luego le preguntó, con tono íntimo, a Adam sobre su trabajo.

Me ponía de los nervios cómo cada vez que él le contaba algo, ella asentí meneando la cabeza hacia un costado. Además el mechón de su cabello ya debía de estar por caerse de tanto que ella lo enroscaba.

Más tarde vino Kelly, una de las asistentes de cocina que eran muy amables, y nos trajo más té y unas masas finas que yo devoré con gusto. Era lo único divertido para hacer en esa reunión.

Me ponía de los pelos también cómo Noel le tiraba cientos de indirectas a Adam.

—Siempre fue así—me dijo él cuando se lo dije.

—Pues porque siempre le habrás gustado.

—No, nada que ver...

—¿Tan ciegos son los hombres?—pregunté fastidiada con los brazos cruzados.

—¿Y puedo saber por qué te molesta?

Eso...Eso me dolió ¿Cómo que por qué? ¿Qué había significado para él todo lo que habíamos hecho en la sala de pinturas? Porque para mí había sido mucho...Bueno. Grandioso. Pero mucho como para olvidarlo o hacer esa estúpida pregunta.

Y me enojé. Me enojé mucho. No le dije nada, solo que me volteé y me marché. Al carajo todo. Pero no era tan así, porque acababa de romper mi corazón.

Yo confiaba...Creía en él. Le había entregado mi confianza, mi cuerpo y...¿parte de mi corazón?

Si, mierda que si. Nunca lo hubiera dicho. Nunca lo hubiera creído, pero sí.

—¡Eres un imbécil!—le grité de espaldas, caminando a toda prisa hacia mi habitación.

—Leslie, espera—Me sorprendió sentir su mano sujetando mi brazo, ver lo rápido que me había alcanzado y la fuerza que ejercía—Yo...Lo siento. Sí entiendo.

—Creo que no lo haces—le dije.

Él negó con la cabeza.

—Sí, solo...No quiero abrumarte con mis sentimientos. Soy más grande y...

—Me importa una mierda que lo seas—dije llorando, con furia aún—No puedes simplemente después de todo lo qué pasó...—pero él calló mis palabras con un beso frenético que me devoró la boca. Un beso caliente en el que sentí, con la presión de sus labios, toda su fuerza y deseo, par con el mío.

Mientras que él me envolvía en sus brazos, mientras que deslizaba sus manos por dentro de mi musculosa, acariciando mi espalda, yo interné mis manos en su cabello tan sedoso y dorado.

De pronto yo lo empujé suavemente para separarme de él y observarlo. Lo estudié de abajo hacia arriba rápidamente antes de volver a pegarme a él. Él tomó mi espalda y me empujó hacia su pecho, pegándome a su cuerpo antes de seguir besándonos cada vez de forma más apasionada, más feroz, más voraz.

Cada boca devoraba la otra con furia y hambre, deseo de más y más. Me quitaba la respiración y me exitaba inhalar sus suspiros mentolados, callar sus jadeos y que él se tragara los míos.

Mi lengua avanzó y pude sentirla paseándose por sus labios antes de entrar en su boca. La suya hizo lo mismo con la mía.

¿Cómo podíamos, uno parado frente al otro, hacer cosas tan intimas, calar tan hondo en el otro?

Ni puta idea. Pero lo hacíamos. Y mierda que estaba bueno.

—Necesito más—dije entre jadeos con mis manos en sus hombros.

Necesitaba asegurarme de lo que pasaba entre nosotros, necesito más de ti.

—¿Qué deseas?—me preguntó con la voz ronca en el oído antes de bajar un poco y lamerme el cuello haciéndome estallar en cientos de escalofríos que me recorrieron el cuerpo con una electricidad vibrante que pude sentir hasta en mi zona íntima.

—Más. Más de todo—jadeé.

—¿Esto te gusta?—me preguntó y lamió mi pecho hasta llegar al máximo que mi musculosa exponía antes de llegar a mis senos.

—Sí...—suspiré.

Él me tomó de la mano y fue besándola con los labios húmedos desde la muñeca hasta el antebrazo.

Vendida al CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora