Me marcho

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NARRA LESLIE

Si mi corazón se estaba rayando, adquiriendo pequeños trazos de roturas, aquella llegada los comprimió de tal manera que algunos pedazos ya comenzaron a caer.

Iba andando por el pasillo cuando escuché esa voz empalagosa que tenía ella y al voltearme, la vi contonearse con el guardia.

No pude reprimirme y enarqué una ceja.

—¡Oh, Leslie! ¡Sigues aquí! Claro...Adam siempre me habló mucho de ti pero como en los últimos días no, pensé...No importa. ¿Cómo estás, cielo?

¿Cielo? Yo no era una niñita.

—Bien—respondí seca.

—Oh, me alegro. Yo estoy agotada, vengo de grabar cientos de campañas pero siempre hay lugar para un buen amigo. Y vaya que bueno—dijo guiñándome un ojo mientras pasaba y se me revolvió el estómago.

¿Qué Adam no le contaba de lo nuestro? Eso me correspondía a mi: las miradas, las risas y las conversaciones. Los guiños atrevidos.

Me estaban desplantando y yo no lo permitiría.

Yo era una mujer firme y no dejaría que me movieran el suelo. A la mierda si lo hacían, a la mierda todos, yo me iría.

Pero decirlo era más fácil que hacerlo y yo siempre había pensado que no, que sería igual de fácil. Que mis ideales con todo lo podían pero una vez que había conocido el amor, ya nada era tan fácil. Maldita sea.

Daba igual, no permitiría que ese...par de estupidos me transformara en una pobre cría en apuros, sola y desamparada.

Corrí hasta mi habitación y con el corazón en la garganta latiendo de forma que amenazaba con atravesar mi pecho, la vista nublada por las lágrimas y algunos hipidos, armé una pequeña mochila con ropa (ya me había amueblado tanto que mi pequeña valija había sido guardada fuera de mi habitación).

Salí corriendo y estaba tan mal que mi mirada no estaba al frente sino en el suelo así que el aroma de él no llegó a mi cerebro para que asimilase que era él cuando lo absorbí y choqué de lleno con su imponente torso.

—Les, ¿qué te ocurre?—me preguntó con la mirada preocupada, o al menos eso vi de reojo; porque no quería verlo a la cara. Tomándome del hombro y acercándome a su pecho para acobijarme. Y era tan tentador...pero no. Él era un cínico: Noel estaba en el hall esperándolo.

—Me voy—dije zafándome de su contacto y dolió horrores al saber que sería la última vez que lo sentiría, que lo tendría cerca de mi.

—¿¡QUÉ!?—Esa sí que no se la esperaba.

—Que me voy. Si ya llegó tu Noel.

—¿Qué? No, Les, espera. Esto no tiene nada que ver con...

¿Con lo nuestro? No me tardé para terminar de escucharlo. Huí. Ahora comprendía todas sus dudas: prefería estar con ella.

Vaya a saber si cuando nos acostábamos y gemía la imaginaba a ella en vez de a mí. Maldito cretino. Me dolía que eso fuera. En mi interior algo me decía que no podía ser así. Que Adam no podía estar haciéndome eso pero las pruebas estaban a la luz. Y era hora de despertar, de salir de la cama.

NARRA ADAM

Tardo unos segundos en reaccionar por la sorpresa pero cuando lo hago, corro como un loco esperando que las piernas largas me sirvan de algo.

Mientras que la busco con la mirada en el extenso jardín mientras bajo apresurado y sin mirar la escalinata de la entrada, siento una pérdida en el pecho.

Algo que se está desprendiendo de mi. Como si me faltase algo en las manos.

Reviso los autos. Están todos. Qué idiota, los nervios y el miedo no me dejan pensar: ella no conduce.

Corro y corro hasta la entrada y el guardia, Morris, se alarma ante mi aspecto.

—¿Has visto a Leslie?

—Ordenó un taxi desde su habitación. Se marchó hace unos minutos.

Y

el

mundo

se

cae.

No puede ser. Necesito hacer algo. Corro sin responder a sus preguntas y tomo el auto.

—Avísale a Noel que tuve que salir. Que la atiendan—grito sin detener el auto al pasar por la barrera de seguridad.

Y lo hago por cortesía porque la verdad, me importa una mierda Noel, mí Les está mal y solo en ella puedo pensar. En cómo pude herirla.

Son estos pensamientos que tengo mientras conduzco a toda prisa los que me hacen dar cuenta de que jamás podré amar a Noel como amo a Leslie. Porque sí, porque la amo.

Dado que es sábado, supongo que Leslie habrá ido a su casa así que es ahí hacia donde conduzco.

Estaciono como puedo y bajo.

Al tocar la puerta, su madre me abre y me deja pasar.

—¡Que no entre!—la voz de Leslie seguida de un portazo me rompen el corazón.

—Descuida, querido. Ven igual. No sabe lo que dice. Siento mucho las molestias que te ocasiona.

—Ella no ocasiona ninguna molestia—le digo a la mujer pero ella ya está caminando hacia el cuarto de Les y le grita:

—Dejé que Adam pasara. Deja de ser tan irrespetuosa y...

—Ya me vendieron una vez. No volverán a hacerlo—grita ella y notar que lo hace mientras llora acaba por destruirme.

—Descuida, ya pasaré y...—me dice la madre pero la interrumpo.

—No, no. Tiene derecho, déjela tranquila. Muchas gracias, que tenga buenas tardes—digo y me marcho cerrando la puerta detrás de mi.

Después de todo, era yo quien quería liberarla. No puedo volver a llevármela. Solo que no quería liberarla de este modo.

Me marcho pero esta vez conduzco lento. La pantalla de mi celular, apoyado en el asiento del acompañante, en donde solía ir Les, se enciende y sé que es Noel pero no tengo fuerzas para contestarle.

No tengo fuerzas para nada más que para imaginarla a ella. Les.

Vendida al CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora