Teatro

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Ya pasaba poca luz por la ventana. Había extrañado pasar la tarde con Adam pero no podía meter a Atilio en la biblioteca así que me había quedado jugando con él tirada en el suelo de su habitación. Adam le había comprado varios huesos y juguetes y él ya había aprendido a correr tras ellos y a tironear para quitármelos cuando yo se los sostenía enfrente.

De pronto escuché tres golpes en la puerta abierta; Adam siempre tocaba primero y habiendo llevado una vida llena de faltas de respeto hacia mi integridad, lo valoraba mucho más de lo que él podría comprender.

Lo habría valorado aún si él lo hubiera hecho teniendo yo que pedírselo pero no había sido ese el caso; él solo lo hacía. Cada vez. Me hacía sentir respetada, valorada y cuidada. No tomada como un objeto, un mono de circo o una pieza en exhibición.

—Pasa—dije volteándome y lo hice justo para ver cuando él asomaba su cabeza.

El rayo rojizo de luz que entraba por la ventana iluminó su cabello dándole un tinte dorado.

—Tenemos planes para esta noche—Yo le hice un gesto con la cabeza para que continuara—Te llevaré al teatro y conocerás a mis amigos.

—¿Qué no eran empresarios?

—Sí, ellos no montan la obra—rió negando con la cabeza. Podía jurar que en sus ojos había ternura, podía palparla. Verla y sentirla materializada como una oleada cálida que me alcanzaba aún estando en la otra punta de la habitación.

—Estupendo—Dije genuina, y es que la idea me gustaba.

Ambas. Ir al teatro y conocer a sus amigos me entusiasmaba.

—Es...La ropa que se lleva al teatro es formal—dijo con una sonrisa y supe que sabía lo que yo estaba pensando: al fin utilizaría aquel vestido rojo largo que habíamos comprado en una galería y lo combinaría con el bolsito lila.

Si bien Adam era cómplice, pues ya sabía qué era lo que me iba a poner y me había visto probarlo en la tienda, me encontré arreglandome con sumo cuidado antes de salir para que me viese. Noté que iba más allá la simple coquetería habitual: una siempre debía arreglarse para una pero, esta vez, había un agregado, algo más. Y no era la primera vez; ya lo había notado cuando, alrededor de la hora en la que él llegaba a la biblioteca después del trabajo, yo controlaba mi apariencia en la cámara de mi teléfono y, cuando comíamos en la mesa, cuidaba un poco más mis modales. Había una nueva forma de verme y de verlo; de vernos y aunque aún no acababa de descifrarla, de definirla, no me importaba; podía pasar más tiempo haciéndolo.

Cuando salí de mi habitación, él estaba recostado contra la pared, esperándome. Vestía un traje gris que le quedaba muy bien; sobre todo esa corbata de una azul tan tan oscuro que parecía negro si no te detenías a mirarlo lo suficiente; pero yo lo había hecho.

—Wow...—dijo y por un momento me preocupé—Estás preciosa—Su sonrisa era verdadera, al igual que la luz en sus ojos.

Asentí.

—Lo mismo digo.

Él me tendió la mano y yo se la sujeté para que él luego me hiciera girar.

—Eres muy muy bella, Leslie.

—Pues, gracias, eso nunca me lo habían dicho—Y era la verdad, ni mis padres, que se suponía que como tales debían cumplir su rol de halagar a sus hijos y pensar que eran lo más perfecto en el mundo, lo hacían.

Nadie nunca me había halagado de esa forma que se sentía tan bien. Como una suave caricia, como un aire cálido en las mejillas.

Los "halagos" que había recibido nunca me habían parecido halagos. Los gritos en la calle sobre: "qué buen trasero" o, "vaya delantera" se sentían como si una víbora se me metiera, retorciéndose con su piel fría, por mi cuerpo. Se sentían desagradables, sucios y me hacían sentir...cualquier cosa.

También estaban las críticas, esas como: "eres muy plana" o "te falta un poco más de carne por allí..." que la gente hacía como si mi cuerpo les perteneciese, o como si fuera un objeto al que criticar y mejorar. Un globo que se infla y se desinfla a gusto y placer de los demás. Yo no era un globo, no era un avatar de videojuego cuya vida y rasgos físicos podías moldear, era una persona y las miradas me pesaban. Las críticas, tan invasivas también lo hacían y por eso me había convertido en feminista. Para luchar por nuestra igualdad, por la valoración de nuestro cuerpo, pero, si bien creía muy fuertemente en esos ideales, había cometido un error gracias a la clase de gente que me había rodeado siempre: perder todas las esperanzas. Pensar que absolutamente todos los hombres eran iguales.

Si bien arrancarme de mi vida para llevarme a su mansión era algo que no entendía, algo con lo que seguía enfadada y a cuyo motivo estúpido quería llegar, el resto del trato de Adam, ya una vez en su casa, era muy distinto.

Era respetuoso y amable. Era cálido pero me dejaba espacio para ser y aire para respirar. Era a la distancia, pero constante. Era calmo, pero presente. Lo sentía, por primera vez, real.

Bajamos de la mano por las escalinatas hasta subir esta vez al auto rojo, estacionado junto al negro deportivo y al amarillo. Al entrar en él por primera vez, sentí un aroma alimonado con una mezcla de...¿canela y arándanos? Aspiré con gusto mientras Adam daba marcha atrás al auto antes de partir.

El perfume que Adam tenía también era distinto al que usaba siempre, al que me encantaba, pero no por eso este era menos bello. La fragancia se sentía...especial. Como la ocasión.

Conversamos mientras yo miraba mitad hacia afuera; a la noche llena de las luces de los autos y de las estrellas, y mitad hacia adentro, a Adam, que conversaba con la vista al frente mientras conducía.

Llegamos a un teatro inmenso y en él pude ver a tres parejas que conversaban y, cuando comenzamos a subir las grandes escalinatas, se voltearon a vernos y sonrieron.

Supe que eran sus amigos y supe que me caerían bien.

Se presentaron como Jeremiah y su esposa Sandra, una pareja de un rubio y una morena; Charlie, un morocho de ojos celestes y sonrisa pícara con Amanda, una chica de cabello miel muy simpática con perfume frutado y por último, Carson y Mika, también agradables aunque más tímidos, su ropa extravagante, llena de colores y estampados, contradecía a su personalidad. 

Vendida al CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora