Placer

17.8K 634 30
                                    

Luego siguió el mismo camino del otro lado.

Yo observé su nuez de Adán, cubierta de unos vellos rubios apenas creciendo, y mi dedo índice se acercó para acariciarla.

Él tragó y me estremecí con el movimiento de está bajo la yema de mi dedo.

—Estamos en el medio del pasillo ¿Aún no hay empleados?

—No me importa mucho, la verdad—confesó y eso subió mi ego.

—A mí tampoco—dije encogiéndome de hombros.

Me enorgullecía que no se avergonzara de lo nuestro, que no lo ocultara.

—A menos que tú prefieras más privacidad, depende de hasta dónde quieras llegar—me dijo y su voz ronca me hizo sentir que quedaba de cabeza. Aflojó mis piernas y mi voluntad, absorbiéndola, haciendo que quisiera arrojarme sobre él y suplicarle que me hiciera suya.

—¿Te dije que soy dificil de conformar?

—No, pero lo había notado—Yo enarqué la ceja—Y, de todas formas, es bueno saberlo—dijo atajándose con las manos. Estoy para servirte.

Me estaba volviendo loca. Muy loca. Estaba despertando algo en mi interior, algo fuerte, poderoso y femenino, algo lleno de deseo que ni siquiera sabía que existía, sensaciones cuya existencia en mí ignoraba. Una nueva yo. Atrevida, decidida y pícara de una forma más adulta.

La Leslie de preparatoria había quedado muy lejos. Cada vez lo notaba más.

—Tú decides—dijo tendiéndome la mano.

Yo se la tomé y comencé a caminar hasta mi habitación puesto que no conocía la suya, pero pronto quería hacerlo. Ahora no había tiempo.

—Enséñame algo—dije cerrando la puerta tras su paso y apresurándome hacia la cama—Sorpréndeme.

Quería ser su lienzo en blanco. Que hiciera cosas sobre mi, en mi cuerpo, que jamás hubiera hecho. Quería que lo diera todo. Quería ser su mejor obra.

Me dejé caer en mi mullida cama y me estiré sintiendo ráfagas de placer brotar desde mi centro hasta mis extremidades. El cabello en mis hombros de pronto me hacía cosquillas. Me sentía liviana y lista para la acción.

Él se recostó a mi lado e inclinándose sobre mí, comenzó a acariciar mi pecho.

Yo me despojé de la remera y lo dejé hacer. Pronto él estaba besando el centro entre mis pezones y mi placer llegó a un nuevo nivel cuando se sentó de piernas abiertas sobre mí. Su miembro, duro bajo el pantalón, rozando mi zona baja.

Comenzó a repartir besos húmedos alrededor de mi estómago y mi pecho y luego llevó sus dos manos a mis pezones para masajearlos.

—Quiero más—volví a decir y, con mirada atrevida, empujé hacia abajo mis pantalones.

Él soltó una risita grave.

—A ver, a ver—dijo y, cuando posó un dedo sobre mis braguitas, húmedas ya, sentí un nuevo estallido—¿Puedo?—preguntó mirándome a los ojos cuando su dedo índice se asomaba metiéndose por debajo de la tela rosada.

Yo asentí con los ojos cerrados, entregada totalmente al placer.

Él comenzó a masajear circularmente y yo sentía el hormigueo placentero en todo mi cuerpo.

Pronto encontró mi centro y la velocidad aumentó. Solté un gemido. Y luego otro y otro.

—Ahhh.

—¿Te gusta?

—Mm...Mucho—tartamudeé entre tanto placer.

—Disfrútalo.

Mi mente estaba en blanco. Solo sintiendo la magia que su único dedo podía ejercer sobre mí. Estaba en un paraíso nuevo e inexplorado.

Él pronto sumó dos dedos más.

—Es...es genial.

—¿Nunca te lo habías hecho?

—Sí, pero...—dije antes de que la vergüenza me alcanzara—Jamás así.

—Dame tu mano—dijo quitándola y haciéndome sentir algo de frío en mi zona.

Cuando se la tendí, la suya tenía mi humedad.

Él tomó dos de mis finos dedos y los introdujo en mi zona. Tomándolos desde más arriba, comenzó a guiarme.

—Me conoces mejor que yo a mi misma—reí—Pero me gusta más que lo hagas tú.

—Puedo hacerlo de otra forma, si quieres—me dijo y yo sentí un embrollo de nervios y ansiedad en el pecho—Solo dime si quieres que pare.

Él, que estaba nuevamente recostado a mi lado, se reincorporó y bajó hasta colocar su rostro en mi zona.

Pude sentir el roce de su nariz en los labios húmedos de mi vagina y luego cómo su lengua arrasaba con todo.

—Mierda—grité.

—¿Me detengo?—Él se apartó rápido de mi.

—No, no. Sigue, por favor.

Él volvió a bajar y siguió. Mi mano se pegó a las sábanas. Necesitaba sostenerme ante tanto placer. Santo cielo.

No dejé de gemir. Quería mostrarle lo mucho que lo estaba disfrutando pero también...retribuírselo. Generar lo mismo en él.

Dejé que hiciera, que provocara eso en mí durante un rato más antes de incorporarme un poco con el movimiento de mis hombros.

—Creo que es mi turno—le dije.

—¿De qué?—me preguntó pícaro y su lengua–Dios,nunca podría olvidar en qué lugares había estado–relamió sus labios.

—De hacerte sentir...

—¿Esto? No tengo vagina.

—Lo sé—rodé los ojos y acabé por enderezarme.

Agradecí que la cama fuese tan grande porque él pudo retroceder y yo incorporarme sobre él sin necesidad de girarnos para no caer.

Él se despojó de su remera y yo froté primero mi mejilla contra su pecho en un ronroneo. Luego lamí sus tetillas. Su piel estaba cálida y olía tan bien...

Bajé y bajé por ese torso marcado, su cuerpo se iba haciendo más angosto a medida que bajaba.

Acaricié su pantalón y noté lo duro y levantado que estaba. Me mordí el labio inferior y lo miré.

Él sonrió.

Como si abriera un regalo, abrí con cuidado usando las dos manos la bragueta de sus pantalones negros y me encontré con un bóxer azul.

Era mi primer contacto con su...

La tomé entre mis manos y la modelé.

Sonreí con satisfacción al ver cómo él soltaba un suspiro de placer. Esto era muy divertido.

Poco a poco bajé sus bóxers y por primera vez la ví. Mierda.

Acaricié esta vez la piel y luego bajé hasta besar la punta con mis labios. Lamí. Primero tímida y luego con más soltura hasta que introduje parte en mi boca más cerrada.

Succioné entrando y saliendo un poco pero sin salir del todo, sin soltarla. El movimiento hacia arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera estaba tan bien...

Quería verlo pero estaba muy concentrada en lo que hacía y al ver cómo sus piernas se estiraron, tensas a mi alrededor, me enteré con satisfacción de que él estaba disfrutando. Vaya que sí.

Era mi primera vez pero al parecer lo hacía bien. Dejaba que ese instinto primitivo me guiara.

Vendida al CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora