Dritte realmente.. realmente estaba allí.
Actuando como cuando eran más jóvenes antes de la Gran Guerra pero solo recordando poco de iniciada la segunda, teniendo una expresión preocupada aún dentro de su inconsciencia.. seguramente por lo que dijo luego de intentar acabar consigo mismo solo ante la idea de que ya nada lo esperaba en este mundo tan infinitamente distinto para él.
El eslavo se frotó el rostro con una mano en lo que la otra acomodaba la nueva venda que le había colocado en la cabeza, no tenía idea de porqué lo ayudaba en lugar de lanzarlo al fondo de lago congelado a medio kilómetro de allí, pero al menos la regeneración parecía ir decentemente así que era un problema menos con el que lidiar.
—Tal vez debería llamar a Alemania, debe estar ocupado pero este idiota es su predecesor.. después de todo no es mi problema —Se dijo a sí mismo en tono bajo antes de intentar levantarse, aunque sintió un roce en su diestra y notó que la mano del de esmeraldas se había movido un poco intentando tomar la suya aún sin despertar—.
¿Por qué eres tan cruel conmigo?, juro que no hice nada malo..
Yo quería a tus hijos... Te amaba..
El de esvástica aparentemente solo poseía sus recuerdos de mediados de 1940, el año en que apenas estaban decidiendo en que querían mudarse juntos a alguna casa de campo en territorio polaco ocupado debido a que así les quedaba a medio camino a ambos para regresar a sus deberes en sus respectivos dominios, pero a inicios de Junio del 41 este simplemente se desapareció sin aviso y comenzó con su maldita traición sin importarle nada más. Quién sabe desde cuándo había planeado todo eso.. mientras acampaban con los niños, mientras cenaban, mientras pasaban momentos a solas en tranquilidad... tal vez lo había fingido todo desde el inicio solo para utilizarlo a su antojo.
Apartó su mano frunciendo los labios y regresó a su habitación para encender la radio que tenía, dispuesto a contactar al joven tricolor para que se llevase al responsable de la decadencia previa de su territorio, tardaría un poco en llegar debido a la distancia y a lo recóndito de la ubicación en la que se encontraban pero al menos así se libraría de Reich.
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Un grito desgarrador en medio de la oscura madrugada despertó al de ojo hielo de golpe, tomando el arma bajo su almohada antes de correr hacia la sala en donde se topó al escarlata abrazándose a sí mismo mientras lloraba y murmuraba cosas inentendibles en húngaro.
—A kezem.. vér.. gyerekeken.. én nem... —La voz le temblaba al igual que la respiración y sentía como si se ahogara en la culpabilidad hasta que una mano se posó en su hombro y se lanzó a abrazar al contrario con fuerza— ¡No quería, te juro que no quería!, yo no sabía.. ¡Te juro que no debían estar allí cuando las duchas se abrieran, intenté sacarlos de allí!..
(Mis manos.. sangre en.. niños.. yo los.. no..)
—Eso no pasó.. fue solo una pesadilla. —Frunció un poco el ceño cayendo en cuenta de lo que quería decir, se estaba refiriendo a las cámaras de gas donde asesinaban a los judíos por grupos, al parecer fue solo su cargo de conciencia— Mi hijos están vivos... aunque no gracias a ti.
El rubio siguió aferrándose al de hoz y martillo ya bajando la intensidad de su llanto, pero no podría sacarlo de su mente en buen rato debido a lo chocante que había sido ver a los pequeños que recordaba.. todos cubiertos con la sangre que salió de sus bocas y narices debido a lo corrosivo del gas Zyklon B en sus delicados pulmones, lo real que se había sentido tenerlos entre sus brazos agonizando mientras inútilmente gritaba por ayuda hasta que despertó con una gran culpabilidad encima.
—Tal vez tengas razón.. y mi castigo sea pasar la eternidad hundiéndome en todo lo que hice, sin.. recordarlo para que al final la culpa sea lo que acabe conmigo... —En voz queda dijo alejándose despacio del de suéter, era más que obvio que no quería que lo tocara.. podía sentirlo en la rigidez de su cuerpo, así que solo volvió a acomodarse entre las mantas en el suelo en las que había estado y le dio la espalda cerrando sus ojos—.
Luego de eso el ambiente quedó en silencio hasta que los pasos del ex soviético caminando hacia la cocina resonaron sin mucha fuerza, haciendo algo de ruido durante un rato antes de detenerse junto a la esquina donde estaba el foráneo dejando algo antes de regresar a la habitación. Un par de minutos después el germano se giró notando que había una taza con té, la tomó con cuidado para darle un sorbo sintiendo la calidez en su cuerpo.. suspirando profundamente, tenía tres cucharadas de azúcar, al parecer URSS no había olvidado eso.