Cuando el carmesí llegó, extrañamente dejó un sobre de tono azul frente a él, por lo que extendió su mano para tomarlo de la alfombra con extrañeza y desconfianza, encontrado cuatro cartas en el interior que ordenó según las fechas y comenzó a leer con curiosidad que se transformó rápidamente en una sensación de vacío que acabó en un enorme dolor peor que el de sus muertes previas.
Alemania las había enviado junto con una nota explicando que las encontró en una caja en el sótano del Reichstag luego de investigar un poco debido a la pregunta que le hizo respecto a su vieja casa, el papel más reciente finalizaba disculpándose y expresándole sus sinceras condolencias por la pasada pérdida de su hija, pero ninguna palabra podía remediar cómo se sentía en ese momento. Se aferró a su vientre de apenas tres meses y sintió la gran necesidad de llorar a gritos, pero ni siquiera podía liberar una lágrima debido a todo el choque emocional de enterarse de que la Berlín que soñó en realidad había sido su primera bebé y perdió la vida por culpa de una bomba enviada por el soviético.
Todas las emociones las acabó vomitando aferrándose al inodoro con las rodillas sobre el frío suelo hasta que ya no hubo nada más que expulsar de su cuerpo, así que limpiándose las comisuras con una manga entró a la oficina tomando relojes y otras cosas de valor que había visto en días anteriores mientras estaba solo, lo metió todo a la maleta que sacó del sótano y terminó de llenarla con su poca ropa junto con mantas y bolsas de comida tratando de hacer el menor ruido posible hasta que acabó en frente de su mascota a quien le puso un antiguo collar que encontró también en el sótano con una placa que decía "Nikita", pero daba igual pues le servía para mantenerlo sujeto con una cadena delgada. Ambos se vieron por un momento sabiendo que muchas cosas estarían por cambiar pero el lobo siguió fielmente a su amo cuando este cruzó el umbral de la puerta dando pasos rápidos aferrándose a la maleta.
Dejando la puerta abierta por la que el frío viento se coló ocasionando que las cartas olvidadas acabasen bajo uno de los estantes de la sala, quedando todo en silencio durante el resto del día hasta el anochecer en que el de parche salió de su habitación a comer y notó la ausencia del alemán y el canino como de las mantas además de la puerta abierta y las alacenas revueltas.
Dritte Reich se había escapado de la cabaña.
Quedó de pie en medio de la sala durante un rato procesando aquello, pero al final solo frunció de lado los labios y cerró la puerta principal para que el frío no siguiese entrando, el silencio se sentía incluso diferente... vacío, se podría decir, pero ya no había opción a arrepentirse pues era lo que le había repetido constantemente al europeo sobre todo esa mañana en que despertaron juntos tras una noche que... no debió pasar. Pero se sentía extraño.
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Mientras tanto el rubio cubierto por una capa viajaba incógnito en los últimos vagones del tren que abordó, la verdad le era más cómodo ir con las mascotas de los pasajeros que con estos mismos pues se negó a separarse de su lobo que hizo pasar como cruce con Siberian Husky y además de las miradas incómodas por estar todo cubierto. Se acomodó tranquilamente junto a los otros perros en jaulas y suspiró tratando de mantenerse tranquilo acariciando su vientre respirando profundamente para no romperse con las partes de sus recuerdos perdidos que habían estado llegando como balas, sin contar de que se estaba arriesgando demasiado al haber salido del territorio Siberiano a lugares donde podían reconocerlo y matarlo ahí mismo.
—Du musst mir einen letzten Gefallen tun, auch wenn ich es nicht verdiene, dich um etwas zu bitten.. Ich möchte wissen, wo sie ist.. —Habló al aire mirando hacia el cielo estrellado que se veía por la cercana ventana baja del lado izquierdo, agradecía que allí el frío fuese mucho menos que en territorio eslavo por lo que ya no tenía que cubrirse con tantas cosas—.
(Necesito que me haga un último favor, incluso si no merezco pedirle nada.. quiero saber en dónde está ella..)
El tren con dirección a Europa Central siguió moviéndose sobre las vías durante el resto de la noche sin pausas hasta el amanecer en que se detuvo momentáneamente en Varsovia, el de esmeraldas resopló observando a escondidas lo cambiada que estaba y esperó comiendo algo de cereal a que se retomara el recorrido pues estaba muy cerca de llegar a donde necesitaba para la tarde.
—Ich bin überrascht, dass sie es geschafft haben, den Geruch von Asche aus der Umgebung zu entfernen —Alzó las cejas de manera burlona sin poder evitarlo, aunque era bastante ridículo que el polaco que conocía y mató hubiese sido reemplazado por alguien patético que se escudaba tras otros—.
(Me sorprende que hayan conseguido quitar el olor a cenizas del ambiente)
Cuando el tren silbó para anunciar su partida soltó un suspiro de alivio y se acomodó nuevamente entre sus mantas para estar cómodo pues el movimiento de este lo mareaba un poco por su estado y pérdida de costumbre, pero al estar solo podía acostarse a su anchas mantenerse tranquilo por el resto del camino, tal vez al llegar se compraría un té con el dinero que consiguió empeñando uno de los relojes de bolsillo que robó al comunista.