Para cuando despertó algunas horas después durante la mañana, encontró un plato que contenía un par de sándwiches de carne con salsa a una distancia prudente de las mantas, se sentó despacio y comenzó a comer con gusto pues apenas había podido comerse la mitad ayer debido a todo el problema, no había más ruido en el resto de la casa así que probablemente el otro había salido a buscar algo como leña o los frutos que tenían la fuerza para crecer durante el invierno.
Al terminar lavó el plato junto con la taza de anoche con cuidado y caminó hacia la que aparentemente era la puerta del baño, mirándose en el espejo al entrar notando que tenía una venda envolviendo su cabeza obviamente debido a los golpes que se dio, ni siquiera quiso ponerse una mano encima pues de solo pensarlo ya sentía algo de dolor. Así que solo le mojó un poco el rostro con el agua fría y se observó durante un rato reconociendo que también estaba algo cambiado.. más que nada en su expresión desanimada y una parte de su rostro hinchado.
Pasó una hora más sentado en el suelo con aburrimiento, por lo que decidió curiosear por el resto de la cabaña con extremo cuidado así mirando los estantes de la sala con adornos comunes o tallados, la oficina del de parche que solo miró desde la puerta.. se parecía mucho a la que había en la cabaña anterior así que decidió mejor abrir la de la habitación, allí no habían muchas cosas pero lo que más resaltaba eran fotografías antiguas en donde se mostraba a URSS con sus uniformes de gala o la familia.. notando que en varias había partes arrancadas y solo suspiró sabiendo que se trataba de él, aunque una en específico despertó su interés junto a un fugaz recuerdo de uno de los cumpleaños de Ucrania.. junto con la pequeña bielorrusa había hecho una tarta de manzanas caramelizadas bastante buena por la cual el carmesí y sus dos hijos mayores lucharon por el último pedazo sobre la fuente..
—Tal vez si.. —Murmuró cerrando la puerta y apoyándose un momento en esta bastante dudoso y pensativo antes de caminar un poco rápido a la cocina, hurgando entre las gavetas hasta comprobar que si había todo lo necesario.. así que ya no pudo evitarlo y tomó las cosas en brazos para comenzar a ordenarlas para la preparación—.
• • •
Algunas horas más tarde el de ojo hielo abrió la puerta principal cargando un ciervo que cazó, quedando extrañado cuando un cálido aroma dulce llegó a su olfato por lo que soltó al animal muerto a un lado del recibidor luego de cerrar y caminó hasta el lugar proveniente, topándose con una tarta en el centro de la barra y al rubio comiendo un trozo con una sonrisa a ojos cerrados.
—¿Quién te dio permiso de gastar mis suministros en caprichos? —El mayor gruñó frunciendo un poco el ceño, queriendo ignorar que la susodicha tarta tenía un olor que le causó nostalgia inmediata, pero no iba a dejarlo tomar confianza porque no se quedaría—.
—Recordé uno de los cumpleaños de Ucrania y creí.. que tal vez hacer una tarta podría ser.. —Dritte bajó el trocito que aún le quedaba en la mano y miró al contrario, a sabiendas de que por ningún motivo debía mencionar que estuvo en la habitación ajena pero fue interrumpido mientras se explicaba—.
—No me interesa, olvídate de mis hijos y deja de gastar mis malditas cosas, que ni siquiera eres mi jodido invitado. —La sola mención de uno de ellos fastidió al carmesí, jamás perdonaría lo que les hizo el desgraciado fascista frente a él por más que supuestamente no recordase nada que no fuesen los años 40—.
—... ¡Ya basta!, ¡¿Por qué eres así conmigo?!, ¡Intento hacer cosas buenas, pero te molesta hasta que respire aún.. Idiota! —El germano era como una esponja absorbiendo los rechazos, uno tras otras hasta que no podía retener más que unos pocos y estallaba mostrando ligeras conductas que había tenido antes. Ahora hundiendo su diestra en la tarta de manzanas para tomar descuidadamente un trozo y lanzarlo contra el rostro del de ojo hielo—.
—¡Argh, maldito Nazi qué te pasa! —El de ushanka se limpió rápidamente con sus manos heladas para encararlo, notando así directamente como el aludido tenía una gran expresión frustrada con lágrimas bañando sus mejillas—.
Ya no recibió ninguna respuesta además de un empujón sin mucha fuerza contra su pecho, el rubio se alejó devuelta a su pequeño espacio cubriéndose con la manta superior y haciéndose ovillo con la cabeza apoyada en la pared abrazando la almohada en la que hundía su rostro. Al soviético solo le quedó resoplar conteniendo sus ganas de lanzarlo de vuelta a la nieve, hizo la tarta a un lado para poder colocar al ciervo encima de la barra y comenzar a despellejarlo antes de cortarlo en partes para guardar lo restante en la heladera natural del cobertizo, ocuparse del animal le tomó cerca de casi tres horas en las que de soslayo notó que el más bajo se mantuvo en la misma posición hasta que debido al reflejo de un adorno metálico notó que se había quedado dormido de esa manera tan incómoda pero siguió en lo suyo porque no era su problema.