⚜️I⚜️

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El sueño recurrente cesó.

Puede que me haya acostumbrado a las pesadillas carentes de significado pero no a lo que le ocasionan a mi cuerpo cada mañana, impedir respirar y sentir que vivo a pesar de que mi corazón late. La mañana era fría, como suele estar todos los días desde que terminó el verano, aunque honestamente siempre es la misma sensación, aún cuando el sol pretende calentar el prestigioso y tranquilo pueblo de Lore.

"un día más de vida y otro más de mi tan esperada muerte", dijo mi pequeña y depresiva voz interior en cuanto coloqué los pies en el suelo helado; esa voz diminuta y casi suicida que me acompaña desde siempre pero que al mismo tiempo, otra parte de mí me obliga a ignorar, si es que tiene sentido.

Repito la misma rutina y me sorprendo por lo monótona que la vida puede llegar a ser; sobrevives sin darte cuenta y cuando te detienes a pensar en ello, la mayor parte de tu tiempo se ha ido, como si la propia vida no tuviera otro sentido más que respirar y deambular sobre los años.

— Toc toc — llamó una voz al otro lado de la puerta — Correspondencia para Leora Knox.

— No estoy de humor. — dije a duras penas. Me sequé la frente humedecida y me arrodillé en el piso, intentando buscar las sandalias irónicamente FOSFORECENTES debajo de la cama.

— ¿Y cuando lo estás? Abre que me muero de frío.

Caminé con el tedio pisándome los talones para abrir la puerta, y Naturalmente miré desconcertada al chico que "moría de frío", no sólo porque literalmente hacía frío, sino porque tampoco traía camiseta y muy probablemente la había dejado con el conserje. Solo tenía encima unos pantalones oscuros de pijama y unas pantuflas amarillas con una caricatura estampada. Un estilo que puedo decir a ciencia cierta que sólo le pertenece a él en este sitio lleno de gente con más dignidad.

Fue directo al sofá dejando una caja de donas en la mesa, donas de chocolate con exceso de glaseado y gominolas extras, por cierto, sus favoritas. Sentí que mi estómago sufría solo de verlas. He dado señales de que son una dulce y hostigante asquerosidad pero siempre me limité a aceptarlas por cortesía cada "jueves de donas", como lo llama. Está un poco chiflado, honestamente, y me niego a decirle que no.

— Ah, este cuarto huele a virgen frustrada — dijo acomodándose y respirando profundamente.

—¿Cómo llegaste hasta el pabellón de mujeres?.

Ni si quiera es necesario que diga algo. Ni si quiera era necesario que yo lo cuestionara en primer lugar, la pregunta es tonta y la respuesta una obviedad.

— Al conserje ya no le gusta tanto las mujeres — contestó con los ojos entrecerrados por la sonrisa lujuriosa en su cara.

Así que bien, este es Conrad, el muchacho de mejillas pecosas capaz de manchar la oscuridad con una cantidad absurda de brillo, y es enfermante por una razón a la que no estoy acostumbrada: me alivia.

Me recosté a su lado y solté un largo suspiro.
— déjame adivinar, ¿tuviste esa pesadilla otra vez? — preguntó con la mirada clavada en la Mancha de sudor en mi camiseta.

— Es... es Difícil. No importa.

— ¿Que no importa? Carajo, Leora, ¿te parece normal soñar con lo mismo desde que tienes diez años? Necesitas ayuda, en serio, no quisiera tener que asistir a tu funeral.

— Tengo prioridades y esto no es realmente importante. Además, suena fatal cuando lo dices de esa forma.

— A veces quisiera, no lo sé, amarrarte y obligarte a obedecer.

— ¿Qué es esto? ¿Un fetiche? — me burlé empujando su rostro — A Raiza le interesaría mucho.

— Número uno, no vuelvas a mencionarla porque es señal de mal augurio, y dos — Conrad tomó la punta de mi nariz y me obligó a mirarlo — Déjame ayudarte solecito, maldita sea, ayúdame a entender tu mente ¡Es un fastidio!

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora