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Había transcurrido tres días desde que Conrad llegó a la mansión.

La lluvia seguía su curso y los preparativos para la reunión de navidad empezaron sin más demora, por eso no hubo sorpresa cuando nos topamos con decenas de personas caminando apresuradas de un lado a otro por toda la casa.

Thompson logró convencer a Logan para decorar el árbol, una tarea que resultaba imponente ya que el árbol en cuestión, era gigante, tanto que podía tocarse desde el parapeto del segundo piso. No pudimos hacer mucho realmente, nos habíamos limitado a escoger los colores y algunos adornos.

— El rojo combina mejor con el verde — Comentó Eli, atrás de Conrad, que admiraba el diseño del árbol que había re dibujado de algún catálogo.

— No, combina mejor con el dorado.

— Definitivamente no.

Presencié el corto intercambio de palabras desde mi posición, en lo alto de una escalera donde me encontraba colocando un listón.

— Yo creo que combina mejor con el negro.

— Recuérdame si es Halloween o Navidad, Leora.

— Exacto, Eli, es navidad. ¿Pueden dejar de pelear?

Conrad hizo una mueca de disgusto y Eli giró su cuerpo indignado, perdiendose entre la gente que se encontraba decorando el vestíbulo.

— El empezó — se quejó Conrad, escondiendo su rostro detrás de las hojas que tenía en la mano.

Yo sonreí y negué con la cabeza, pero sin mirar muy bien mis pies, perdí el equilibrio y resbalé de un escalón. Ya podía sentir el dolor del impacto pero entonces, las manos de Conrad sujetaron mi cintura con firmeza.

No me incomodó de inmediato, hasta que pasaron un par de segundos en un silencio total. Me giré un poco para ver qué estaba pasando, cuando de repente Conrad me soltó y caí al suelo.

Apenas logré emitir un grito amortiguado de dolor al caer con violencia sobre mi espalda. El aire parecía desvanecerse, obligándome a quedar inmóvil sobre el suelo sin saber cómo incorporarme.

— Conrad...

— ¡Dios Mío, Leora! ¡Lo siento mucho! — exclamó él, ofreciéndome su mano. Yo la rechacé y me puse de pie como pude. Me recuperé con suerte de aquellos desmayos y de pronto, me encontraba en esta situación tan penosa. Estaba avergonzada, pero sobretodo confundida.

— Déjalo, yo lo hago — le dije cuando esta vez, intentó recoger el listón que cayó al piso junto a mi.

Mi pedido sonó irritado, ni siquiera yo reconocí el tono despectivo con el que le hablé. Sabía que Conrad no me dejaría caer a propósito, pero aún así, me sentía extrañamente molesta.

— Leo... — su voz sonaba suplicante. Incluso daba la impresión de que en cualquier momento se echaría a llorar.

— No pasa nada — traté de pasar por alto lo sucedido. Odiaba esa expresión, odiaba verlo triste aunque haya sido yo la que se había golpeado.

— Lo siento...

— Te dije que no pasa nada — repetí esbozando una sonrisa tranquila.

Probablemente Conrad asintió solo para evitar el tema, pero algo extraño se había formado y perduró durante el día.

Las horas se deslizaron entre órdenes de Logan, extrañas confrontaciones entre Eli y Conrad, además de una curiosa visita del doctor White. Compartió un buen rato con Logan en el despacho, y cuando me acerqué a saludar, alegó que había pasado por una invitación al evento de navidad.

Claro que sabía que aquello no era del todo verdad. Las invitaciones se repartían con un mes de antelación sin excepción, sin embargo, me limité a mantener distancia y no preguntar al respecto.

Para cuando el reloj marcó las once y algo de la noche, yo me encontraba frente al crepitante fuego de la chimenea. Una manta y un par de calcetines de lana atenuaron el aire frío que se filtraba en la casa.

— ¿Estás segura de que esto es sólo una reunión? — preguntó Conrad detrás de mí, luego se sentó a mí lado y me ofreció una taza —. es chocolate, lo hice yo.

Le sonreí gentilmente y lo recibí de inmediato. Se veía muy apetecible. El líquido humeaba desprendiendo calor y tenía encima una capa generosa de crema batida.

— Esto es delicioso — confesé con sinceridad, cuando lo probé. No era la primera vez que tomaba chocolate caliente, pero definitivamente, si era el mejor que había probado.

— No mientas, mi sol, fui yo quien te lanzó al piso — se lamentó bebiendo de su taza.

— Te dije que

— No eres la primera persona a la que dejo caer — interrumpió con una expresión tristona. Conrad dejó la taza en el piso con suavidad y cruzó los brazos sobre sus piernas — No lo hice a propósito.

— Eso lo sé.

Hizo un gesto incómodo, pero rápidamente su rostro se iluminó con una sonrisa amplia, mientras tomaba de nuevo la taza entre sus manos.

— Dime, ¿Cuál es el concepto de "pequeña reunion" que se tiene en esta casa?

— En realidad es una fiesta. Logan la llama cariñosamente una reunión para no crear alboroto. — respondí, dándome cuenta del intento deliberado por evitar la conversación.

— Será un alboroto de todas formas.

— Paso el rato en mi habitación. Logan es el anfitrión así que debe estar todo el tiempo con sus invitados.

— No tengo dudas de que te momificarías en tu habitación, incluso si no viene nadie.

— Será diferente este año, porque tú sufrirás conmigo.

— ¡Eso siempre, solecito! — exclamó, apretando la punta de mi nariz.

***

Eli Sedman iba de regreso a su aposento cuando oyó las voces provenientes del salón. Se detuvo abruptamente cuando reconoció la voz de Conrad Thompson, que sonaba bastante animada.

Se asomó ligeramente, y lo vio acariciando la nariz de Leora Knox, algo que le produjo un drástico disgusto que se estancó en lo más profundo de su estomago.

Había tenido que soportar escenas similares durante tres días, y esto era algo que le hería significativamente en el orgullo.

Ese día, en el que ella preguntó por qué había llegado a la mansión, él se sintió momentáneamente atrapado en un torbellino de emociones. El muchacho siempre quedaba atrapado cuando estaba cerca de Leora, su presencia tenía el poder de desarmarlo por completo. Entonces, con un dejo de indiferencia, respondió a su pregunta. Pero solo el sabía la verdadera razón: había llegado a la mansión para verla a ella. El simple hecho de volver a estar cerca de la joven Knox le desencadenaba una emoción inexplicable, acelerando su corazón y haciendo que el viaje sea más desesperante.

Siguiendo el patrón habitual desde que ella comenzó a tratarlo con más indiferencia que nunca, se encaminó hacia su habitación con desgana. Se quitó los lentes de contacto y los arrojó al suelo con desdén, luego se dejó caer en la cama sin molestarse siquiera en quitarse los zapatos.

La luz plateada de la luna se colaba a través del ventanal, iluminando sus inusuales pero hermosos ojos dilatados, quizás debido a la oscuridad o a la furia que bullía en su interior.

Al la mañana siguiente, los vio riendo de forma cómplice en la cocina mientras tomaban desayuno.

— Buenos días — saludó con una sonrisa ácida, ignorando por completo la molestia que crecía en su interior. Estuvo todo el día en el establo, a parte de odiar la cantidad de gente que había en la casa por los preparativos, odiaba con especial afán tener que encontrarse con Thompson.

De esta forma, transcurrieron los días faltantes a la pequeña reunión del vicepresidente Knox.

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