⚜️XXII⚜️

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El rostro de Leora adquirió una dureza notoria, pero restauró pronto una postura desentendida, sonriendo ante las miradas expectantes que aguardaban su respuesta.

Era evidente las intenciones de Abbey, no iba a ser coincidencia que su madre le preguntara lo mismo hace instantes.

También era evidente que esa no era una pregunta inocente. Para Leora, y para cualquiera que lo haya escuchado, esto sonó como un "toca ahora, porque toda esta gente te está mirando".

Las opciones se cruzaron por su mente con rapidez. Si se negaba, sin duda su mala actitud sería un tema de conversación; si decía que no se encontraba bien, el tema de conversación sería sobre alguna enfermedad, como sucedió alguna vez.

Si simplemente no sabía tocar el piano, muy probablemente se cuestionaría la capacidad de Logan Knox. Siempre era novedad saber que algunos grandes pianistas venían de la susodicha familia.

Ya le eran sofocantes los días en Elia Nebel, en ese instante, otro desmayo le parecía más a gusto que tener que actuar de la misma forma.

— Aprendí de pequeña — se limitó a responder.

— No esperaba menos de una Knox — comentó una mujer con emoción.

— Es verdad, Logan es un padre increíble.

— ¿por qué no tocas una pieza? ¡Muero por escucharte!

Las voces formaron un cúmulo de ruido indefinido, ella trató de mantener una expresión tranquila, pero su espalda permanecía rígida y el muchacho rubio que la tocaba sutilmente, lo notó.

Lentamente, las personas hicieron un camino que dirigía al hipnótico piano blanco, concediendo únicamente a Leora en medio del espacio y dejándole claro que no había marcha atrás.

Logan, quien se encontraba conversando con un grupo de colegas, se giró hacia el otro lado del salón, donde persistía un extraño y pesado silencio.

Analizó la situación en cuestión de segundos: el piano, la gente que lo rodeaba, y Leora Knox justo en medio de todos.

Se acercó a ella rápidamente y habló a sus espaldas.

— Cielo, no hagas nada que no quieras — murmuró, en un intento por darle seguridad.

Leora sonrió amablemente ante todos y caminó hacia el piano. Manteniendo aún una postura recta, se sentó y acarició las teclas.

Ahora todos los invitados atendieron a su dirección, expectantes a la pieza que tocaría la joven Knox.

»Es navidad... ¿Tal vez algún villancico?« — pensó ella.

Finalmente, sus dedos comenzaron a presionar las teclas con delicadeza. Una suave melodía se hizo presente, profunda y preciosa, "Carol of the Bells", un verdadero clásico que dignificaba el momento.

Sus dedos se movían con rapidez, y la concentración se reflejaba en su rostro a medida que la melodía sonaba cada vez más limpia y perfecta. La emoción en la gente se intensificó cuando el sonido de los violines se unieron al compás y acompañaron esta canción. En medio un silencio respetuoso, varios suspiros escaparon alrededor.

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