⚜️II⚜️

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— Eres mi guía — dijo dándole una mordida a su manzana y apoyando su espalda en la silla.

No fue una pregunta, fue directamente una Afirmación. Incluso su voz sonó indiferente, como si este chico odiara desperdiciar saliva en hablar. Instintivamente giré con discreción a mi lado para darme cuenta de que no había nadie, de que no lo había imaginado, que me había hablado a mí. Esa sensación intensa de agobio volvió a invadirme, sin embargo, esta vez me limité a demostrar mi desconcierto.

— ¿Sí?

— Lee se refirió a la señorita Knox como el único ser humano en este lugar que se aísla en un rincón para almorzar una barra de cereal ¿No eres "esa señorita Knox"?

Por alguna razón sentí vergüenza de la barra de cereal en mi mano, tampoco podía ocultarla porque su mirada estaba clavada en ella, así que la apreté inconscientemente, viéndolo fijo.

» ¿Enserio memorizó todo eso? «

Pude haber ignorado al muchacho, pero sabía bien que ese era el tipo de cosas que Lee haría para molestar mi indeseada existencia y herir mi orgullo, que a estas alturas era todo por lo que luchaba.

— Bien — Sedman se puso de pie y habló nuevamente. — Búscame cuando puedas.

— ¿Que te busque? Tu eres el que me necesita.

» ¿Acaso eres de la realeza? «

— ¿Necesitarte? — Me observó por unos segundos, neutralmente, sin nada más que un frío vacío en los ojos — Mira bien con quien hablas, Knox — dijo como lo diría un príncipe creído, para luego irse sin ánimos de escuchar objeción alguna.

Tardé un rato en procesar lo que había sucedido, es decir, me habían tratado terriblemente antes, pero a él sólo le bastó cinco palabras para hacerme sentir completamente inferior. La cabeza comenzó a dolerme, el mismo sentimiento de melancolía me apretó el pecho, Y como si el universo me abofeteara una vez más, apareció Conrad frente a mí con una expresión maliciosa conocida en Nebel como "LA MIRADA de Conrad la estrella Thompson".

— ¿Te gustan los aristocráticos ahora? — preguntó con un tono de voz que ya conozco y esa sonrisa del mal otra vez.

— No.

—¿Sabes a que huele eso?

— Ni se te ocurra decirlo.

— Huele a

— Conrad... — le advertí.

— una hermosa amistad.

Lo miré asombrada, y la verdad es que era la primera vez que no decía algo obsceno. Casi que lo felicito hasta que volvió a abrir la boca.

— No es cierto, huele a sexooo — susurró con entusiasmo haciendo largo énfasis en lo último.

Le lancé un trozo de mi barra de cereal y el solo se burló de mi.

— Bien, Bien ¿Qué quería el apuesto y elegante joven aquí?

— Lee dijo que le diera un recorrido, es todo.

— ah, pero así empieza todo, un día le das un inocente recorrido y al otro

— Y al otro lo llevas a las duchas deportivas, como tú a Raiza Brown. —le interrumpí, lanzándole otro trozo de barra de cereal que él estuvo a punto de atrapar con la boca de no ser que nombré a su intento de pareja.

— Dios míos, deja de mencionarla ¿No dicen que tanto mencionar a alguien, tarde o temprano termina apareciendo?

Le iba a decir que tal cosa no era posible y que era un supersticioso, pero pronto el sonido de unos tacones se volvió más denso, indicando que alguien se dirigía a nuestra mesa. Bien dice el sabio Conrad que mencionar tanto a alguien tarde o temprano termina apareciendo y entonces ahí estaba la muy famosa y codiciada Raiza Brown, cumpliendo el mal augurio del que el chico se quejaba.

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