Capítulo 10: Sakura

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En Konoha, la ciudad que más parece un pueblo grande con transito ligero y casas de mediano tamaño, de camino al bosque, esta nuestro nuevo hogar. Una casa que parece de alguna antigua dinastía. Es bella, pero esta vieja y descuidada. Al menos el abuelo Jiraya se encarga de restaurarla, eso y matricularnos en nuestra nueva escuela, que queda a media hora a pie de la casa. Los hermanos mayores conseguimos bicicletas en cual nos ahorra tiempo. Pero lo demás nos toma tiempo, el conocer la ciudad, la nueva escuela, Los alrededores y las gente. Gente que nos viene a dar la bienvenida, pero que con el pasar de los días desaparecen, al final Jiraya también desaparece.

Aprendemos a adaptarnos y a trabajar juntos.

Poco a poco dejamos los días de incertidumbre y las noches de miedo. Dejamos de compartir la misma habitación para buscar un lugar en la casa que a pesar de los meses aun es desconocida.

Descubro que junto a las estaciones, todos vamos cambiando.

Rin que extraña a su mejor amigo Obito, hace nuevas amigas, y me pide enseñarle todo lo que hago. Mi pequeña hermana es inocente sin embargo parece entender, porque al igual que a mama y papa deja de insistir en ver a Obito.

Nagato no habla, no más que simples respuestas. Él siempre fue tímido y de pocas palabras, pero ahora cada día se esconde más y más sin dejar que nadie lo encuentre. Parece alejarse de nosotros.

Naruto está en constante movimiento, siempre tiene que hacer, desde reparar algo en la casa hasta descubrir como cultivar el huerto que encontró detrás de la casa. El huerto parece abandonado de hace siglos, estoy convencida que no crecerá nada, pero al ver a mi hermano trabajar a diario en la tierra empiezo a ayudarlo, después de un tiempo Rin y hasta Nagato nos ayudan a cuidarlo. En primavera crecen las primeras hortalizas. Pero así como los frutos de un huerto traen armonía otros asuntos traen angustia. El dinero es uno de ellos, al inicio no nos falta pero pasado unas fechas Jiraya envía el dinero una semana tarde y cada vez más tarde que Naruto tiene que llamarle para amenazarle e insultarle. Los días que lo veo frustrado y cansado tengo que recordarle que estamos juntos en esto, pero siempre aparece un nuevo problema como el hecho de que preparatoria en la que asistirá queda al otro lado de la ciudad. Muchas veces cuando lo veo revisando las cuentas del mes no puedo encontrar al chico de hace años, aquel que soñaba con jugar futbol más allá de la frontera. Entonces al mirarme al espejo, me doy cuenta que yo tampoco soy la misma.

Un día mientras limpio la azotea descubro algo increíble, aquella noche después de dormir a los niños llevo a Naruto a rastras para mostrarle. Es una especie de puerta al cielo, un ventanal en el techo que te permite ver el cielo, y esa noche trillones de estrellas brillan. Parece gustarle, así que volvemos ese lugar nuestro lugar para conversar de cosas que no tengan que ver con cuentas o tareas. Un lugar en la que podemos ser nosotros mismos. Entonces un día lo veo sonreír de verdad, no es la sonrisa de completa felicidad, pero me doy cuenta que a pesar de todo el sufrimiento hay esperanza.

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