Jayden
Abby no dejó de hablar durante todos los minutos que pasaron mientras preparábamos pizzas en la cocina. A diferencia de Alana, que estaba taciturna y callada.
—Oye, gracias por recibirme —murmuró luego de su monólogo sobre «Consejos y recomendaciones para superar la agorafobia»—. Alana no ha estado muy bien y no quería dejarla sola.
—No digas tonterías, siempre es un placer verte —dije con sinceridad.
No es que fuésemos amigos, es más, de no ser por Alana, Abby y yo muy probablemente jamás nos hubiésemos conocido, y de hacerlo, no tendríamos ningún motivo para hablar. Pero, considerando mi situación actual, no podía regatear amistades.
Abby era agradable, muy habladora y graciosa. Sus visitas siempre me dejaban con las mandíbulas adoloridas de tanto reír.
Si Rainer no hubiese decidido tener esa postura de cero contacto con Alana, podríamos haber estado los 4 juntos, disfrutando como hace un año. Pero todo cambió desde que Alana y yo empezamos a involucrarnos más íntimamente.
No estaba siendo justo con él, lo sabía. Pero era algo que no podía controlar, y ahora, se me estaba escapando de las manos.
—¡Ups! No. A Alana no le gustan las aceitunas —exclamó Abby, justo en el momento que iba a dejar caer trozos picados a la pizza que preparaba.
—Tienes razón —musité en voz muy baja.
Le eché una mirada de soslayo. Estaba ensimismada, observando hacia cualquier lugar del universo en vez de la masa de pizza que tenía sobre la mesa. La salsa de tomate escurría por los bordes y a ella parecía no importarle.
—¿Qué le pasa? —pregunté a Abby apuntando a Alana con la cabeza. Intenté fingir despreocupación, pero la pelirroja tenía un don para ver a través de las cosas que no se decían.
—Mmm... No estoy segura. Además... no sé si deba decírtelo.
—¿Por qué no?
—Porque... —Se mordió una uña, nerviosa, vigilando a su amiga—. Esta cosa rara que tienen ustedes dos... Es mejor que ella te lo cuente.
—Quieres decir que está así por alguien más.
—Yo no he dicho eso.
Lo dijo de una forma en que era justamente lo que quería decir, pero no iba a reconocerlo, por lo que tampoco iba a insistir.
Alana estaba viendo a alguien más. ¿Por eso ya no venía a verme como antes? ¿Por eso decidió terminar nuestro acuerdo?
«Planta una idea, y verás como lo demás crece por su cuenta».
La embriagadora voz de Asmodeo se colaba en mis pensamientos, recordándome esa posibilidad.
La magia de los Djinn podía controlar a los humanos. Obligarlos a hacer lo que quisieran.
Una idea... algo inocente. Solo para probar si es verdad.
—Alana —alcé la voz para llamar su atención. Ella me observó, aún un poco perdida en sus pensamientos, pero sus ojos estaban fijos en los míos. Me concentré como me había explicado el Genio; busqué el poder y lo asocié a mi voz, en las palabras que iban cargadas de intención hacia ella—. Te gustan las aceitunas.
Nos sostuvimos la mirada durante un momento y después de unos eternos segundos, asintió.
La frase podría haber parecido una pregunta, pero en realidad, fue una orden.
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[#2] El deseo de un recuerdo©
Teen FictionEl cerebro es el órgano más complejo del ser humano. Es poderoso, pero frágil. Depende de elementos que lo ayuden a desencadenar la sinapsis que necesita para traer las memorias a nuestra mente. Música, lugares, aromas... Sentimientos. Parece difí...