22.- Cuestión de interpretación

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Jayden

—¿Estás seguro de esto?

Asmodeo alzó su mirada y esos ojos verdes se clavaron en los míos con una ceja alzada.

—Fue tu deseo —murmuró—. Deseaste que no pudiera salir de aquí, así que la encerré en su propia mente.

—¿Tenías que ser tan drástico? —cuestioné, mirando al Genio—. Podrías... simplemente haberla encerrado en la habitación.

—¿Y escucharla gritar todo el día? Claro que no —Se acomodó en la silla donde estaba ya hace un rato descansando, sin dejar de mirarme—. Además... recuerda que ella también tiene magia y podría utilizarla para escapar.

—¿Quiere decir que estará dormida por siempre?

—Solo hasta que tú lo decidas.

Jugueteé con el anillo en mi dedo y el Genio clavó su mirada en el gesto. Alana estaba aquí y mi magia permanecía bajo control, pero ahora era yo quien estaba inquieto. No podía sostenerle la mirada a Asmodeo sin recordar toda la noche anterior.

—Te arrepientes.

—No —susurré—. Sí. No lo sé.

—Puedes ser sincero conmigo —pidió—. De todas maneras siento todo lo que tú sientes.

—No eres real —murmuré, casi para mí mismo—. No quiero cometer un error. Esto no se puede repetir.

—Será como tú lo desees.

Asentí y di un par de vueltas por la habitación, llevándome el anillo a los labios, pensando.

—Si Alana despierta, va a odiarme —analicé—. No va a querer verme nunca más y yo... me volveré loco sin una fuente de magia.

—Yo sigo aquí —añadió.

—Pero... si despierta y olvida todo lo que pasó y quito a Geb de su cabeza, se quedará conmigo. No tendré que preocuparme nunca más.

—Sigues con eso... —susurró el Genio—. ¿Y Geb? ¿Qué harás con él?

—Luego me ocuparé de eso, por ahora, lo importante es que Alana me elija a mí. Que sea su decisión.

—¿Qué te hace pensar que podrás lograrlo esta vez?

—¡No lo sé! —exclamé en voz alta—. Estoy... desesperado. No pienso con claridad.

—Sabes... los sueños son una buena forma de lograr tus objetivos. Una idea en el subconsciente queda más arraigada que cualquiera.

—¿Quieres decir que intente poner una nueva idea mientras duerme?

—No. No podrías hacerlo —explicó, mirando a Alana, que seguía dormida en mi cama—. Pero yo sí.

—¿A qué te refieres?

—Con un deseo. Recuerda que soy yo quien tiene límites, no tú. Pide bien tu deseo y obtendrás lo que quieres.

—Pero dijiste que no podías influir en los sentimientos... ¿Cómo sé que funcionará? —pregunté, entornando los ojos—. No pude hacer que se olvidara de Geb porque ella lo ama, ¿Por qué funcionaría ahora?

—Deja que yo me ocupe de eso —sugirió, poniéndose de pie—. Ya verás que cuando despierte, tu querida Nisjinn no va a querer irse de tu lado nunca más.

—¿Nis...?

Asmodeo pegó sus labios a los míos, fundiéndonos en un beso arrebatador. Sus manos se enredaron en mi cabello, robándome el aire y la cordura.

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora