21. Un sueño dentro de un sueño

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Geb

Con ligeros golpes del celular en mis labios, miraba el techo de mi habitación aun dándole vueltas al mensaje de Alana.

«Lo siento, necesito tiempo. Por favor no me busques»

«¿No me busques?», ¿Hoy? ¿Mañana? ¿Nunca? ¿Qué clase de mensaje de mierda era ese?

Gruñí en voz alta rodando por el colchón. Una sensación extraña me recorría el cuerpo sin poder detenerlo. ¿Ansiedad? ¿Mal presentimiento?

Eso no era posible. Al menos, humanamente hablando, pero la magia estaba inquieta dentro de mí, como si quisiera decirme algo.

Giré mi rostro hacia la ventana y me quedé viendo como el sol se ocultaba, dejando paso a los últimos rayos que iluminaban el cielo.

En el momento en que la última porción desapareció tras las montañas, un sonido rasgó el aire y Sidi apareció en mi habitación. Me sobresalté al verlo surgir de la nada, pero su rostro enfurecido casi hizo que me encogiera en la cama.

—¿Qué haces aquí? —exclamé, enfadado. En general, Kardelem y Sidi habían respetado mi intimidad y, exceptuando contadas ocasiones, no aparecían a menos que los llamara.

—¿Dónde está mi hija? —preguntó en voz grave, acercándose a la cama.

—¿Qué? ¿Acaso perdiste tu vínculo? —ironicé.

—Geb, no estoy de humor —gruñó, levantándome desde la camiseta hasta dejarme completamente de pie—. ¿Dónde está Alana?

Remarcó cada palabra como si fuera una amenaza, pero lo sentí más como una súplica. Quizás fue el ligero temblor de su voz.

—En su casa, supongo. No ha respondido mis mensajes.

Sidi abrió los ojos y desapareció. Me senté en el colchón llevándome las manos a la cabeza cuando este apareció nuevamente.

—No está ahí.

—¿Qué? —pregunté, confundido—. Debería estar...

—¡Que no está ahí! —estalló, cabreado—. Alana lleva desaparecida desde anoche, he dejado de sentirla.

—Anoche estuvo conmigo.

—Por eso estoy aquí —apuntó con sarcasmo—, déjate de tonterías y dime donde está.

—Si no está en su casa, debe seguir con Jayden —murmuré, con el corazón en un puño.

Sidi abrió los ojos con horror.

—Tenemos que ir allá.

Antes de poder reaccionar, me tomó del brazo y aparecimos en el estacionamiento del edificio junto a mi deportivo.

—¿Quieres que vayamos en auto? —pregunté, confundido. Sin responder, Sidi rodeó el vehículo y se subió en el lado del copiloto.

No estaba entendiendo nada, Alana no estaba en su casa, Sidi estaba desesperado por encontrarla y además me pedía que condujera hasta allá. Puse en marcha el motor y salí de los estacionamientos.

—Podrías al menos explicarme.

—Mientras menos sepas, mejor —masculló.

—No sé para qué me molesto —susurré para mí mismo.

Me incorporé al tráfico acelerando lo más posible; la casa de Jayden no estaba tan lejos en vehículo, pero el tránsito hacía que nos retrasáramos un poco al tener que esquivar a los demás y respetar las señalizaciones.

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora