27. Destinos cruzados

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Geb

Mi respiración se agitó al escuchar la conversación. Sidi quería traer a Alana a este plano y que renunciara a su humanidad.

Alana sería eterna y yo... si quería seguir con ella, tendría que renunciar a todo en la tierra.

Alana sería una Djinn.

Alana...

Para cuando fui consciente que ya estaba dentro de la suite de Sidi, ambos Djinn me miraban; Sidi perplejo, Kardelem de una forma que no supe descifrar.

—¿Qué dijiste? —Mi voz sonaba lejana, como si me estuviera viendo a mí mismo desde otro lado.

—Geb, cálmate —pidió Karde con las manos en alto—. No es lo que piensas.

Sidi la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué no es lo que pienso?

Empecé a acercarme a Sidi, sin despegar la vista de él. Me esperaba con el mentón en alto, orgulloso, pero sus puños estaban apretados al lado de su cuerpo.

—Alana no vendrá aquí —rugí. No... no era yo. Era algo diferente.

—Geb...

—Ella no perderá toda su vida por un capricho.

—No es un capricho, es el destino de la humanidad.

—¡Me importa una mierda!

En un rápido movimiento estuve junto a él y exploté. Y no me refiero a un descontrol emocional cegado por la ira del momento. Literalmente exploté en llamas.

Tomé a Sidi del cuello, mientras él desviaba la vista a algo tras de mí y levantaba su brazo en esa dirección. Su cuerpo se estampó contra la pared al tiempo que veía todo rojo...

Un chillido...

La mirada de Sidi aterrada detrás de su magia.

Y la explosión.

✨✨✨

Desperté con un fuerte dolor de cabeza que no me dejaba abrir los ojos. Me llevé la mano al rostro y con mucho esfuerzo lo froté para incorporarme de donde sea que estuviese.

Una habitación pequeña, completamente blanca, que reconocía bien. Había estado demasiadas veces en este lugar como para no distinguirlo al primer vistazo.

—No te muevas.

La voz femenina a mi lado también era fácilmente reconocible.

—Karde... —Mi voz salió áspera y ronca—. ¿Qué diablos pasó?

—¿Qué recuerdas?

—Ustedes hablaban sobre Alana —dije, intentando ordenar mis ideas, entré, enfrenté a Sidi y luego... no lo sé.

—¿Qué sentías en ese momento? —insistió.

Hice un esfuerzo por girar mi rostro y mirarla a la cara. Me observaba con atención, estudiándome cuidadosamente. A pesar de mi frustración y confusión, estas sesiones con Kardelem fueron recurrentes en su momento y no tenía dificultades en responder a sus preguntas.

—Ira... una ira desbordante.

—No pudiste controlarla.

—No... cuando se trata de Alana no puedo... me cuesta... —Me llevé nuevamente las manos a la cabeza por el dolor—. ¿Qué pasó?

—Perdiste el control —explicó. Abrí los ojos y la miré, pasmado—. Lo perdiste por completo.

—¿Qué quieres decir?

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora