31. Al otro lado de la pared

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Geb

—¿De qué estás hablando? —jadeó Jayden. El nerviosismo se escapaba a través de su voz trémula.

—Es una larga historia —me quejé, soltándolo de un empujón—. El último deseo de Alana fue que me intercambiara por Iblís para así derrotarlo y poder liberarme, pero la magia no intercambió nuestros cuerpos, cambió nuestros destinos, y luego tú... hiciste lo mismo.

—¿Y eso qué? ¿Qué importancia tiene?

—¿Aún no lo entiendes? —mascullé. ¿Cómo podía ser tan idiota?—. Iblís era un demonio, el diablo en el mundo de los Djinn. Él sería quien llevaría a la destrucción del mundo como lo conocemos, y ahora Alana...

—Quieres decir... que el destino de Alana ahora es... ¿Ser el apocalipsis?

El silencio fue suficiente respuesta.

Jayden se dejó caer en la silla en la que había estado antes, con la mirada perdida. Todo esto era difícil de asimilar, podía ver en sus gestos la culpa subiéndole por las piernas y envolviéndolo como una cosa viscosa, llevándolo al más profundo abismo de desolación.

—Yo... yo no lo sabía... yo solo quería salvarla.

—Momento, momento... —interrumpió Rainer, alzando las manos—. Todo esto son suposiciones... ¿No? ¿Cómo estás tan seguro?

Jayden buscó mi mirada, exigiendo una respuesta a la pregunta de su amigo.

—Me lo dijo Kardelem... ella y Sidi lo han sabido todo este tiempo.

—¿Quién es Sidi?

Dudé. Jayden no era de fiar, había cometido muchos errores y tomado malas decisiones y se dejaba influenciar muy fácilmente por situaciones que solo le convenían a él, pero ya estaba metido en esto tanto como nosotros, tener esta información no haría ningún daño.

Esperaba no estar siendo demasiado ingenuo.

—Es su padre, Sidi es lo que se conoce como el Rey de los Djinn.

—Entonces... Alana es...

—Sí.

Jayden se llevó una mano la cabeza, revolviendo su cabello. Entendía su desconcierto, yo mismo lo viví cuando lo supe.

—Para mí está clara la solución: hay que deshacerse de Alana y asunto arreglado —intervino Rainer.

Se me revolvió el estómago. Tuve que contener el calor que me recorrió el cuerpo porque sabía que podía externalizarlo y realmente hacer polvo a cualquiera que estuviese a mi alrededor. En especial a Rainer.

—Ray, no ayudas... —lo regañó su amigo.

—No esperaba hacerlo.

—¿¡Crees que es una maldita broma!? —cuestioné al idiota—. ¿Crees que estamos jugando?

—No, pero me cuesta creer algo como esto. El apocalipsis se ha anunciado en la tierra toda la vida y aún estamos aquí, vivitos y coleando.

En el fondo, el análisis de Rainer tenía lógica, pero el temor seguía presente, más cuando la incertidumbre era tan grande.

—¿Qué estás pensando, Geb? —preguntó Jayden.

—No sabemos qué es el apocalipsis. Puede ser cualquier cosa, no necesariamente tiene ser un desastre que nos mate a todos. Que no se perciba en la tierra no quiere decir que no haya ocurrido o pueda ocurrir. —Me puse de pie, estaba cada vez más inquieto por la situación y necesitaba controlar esta energía desbordante. Si mi destino no era ser el Apbakari, ¿Por qué perdía el control de esta manera? ¿Por qué mi magia no respondía?

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora