36. Origen

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Actualización doble 2/2

21 años atrás...

En la cama de un hospital, una joven solitaria daba a luz a una niña a la que sostenía en sus brazos mientras lloraba desconsolada.

—¿Sabes quién es el padre? —preguntó la enfermera que hacía el papeleo.

—No... no recuerdo... no recuerdo —decía, confundida, aferrando a su pequeña hija en sus brazos.

Pero el padre de aquella niña estaba ahí, a su lado, observando el fruto de su creación. Aquella muchacha que sería la salvación y mantendría el equilibrio entre ambos mundos, según el designio de los Dioses.

Se apiadó de la joven a la que había engañado, modificando sus memorias para que creyera que el padre de aquella niña fue un mal hombre. Con suerte, ese recuerdo la llevaría a evitar malos encuentros en el futuro y encontrar un amor que la supiera valorar.

—¿Cómo se va a llamar? —preguntó la enfermera a la joven que parecía estar más tranquila. Miró a su bebé durante largo rato.

—Me equivoqué en mis acciones, pero serás tú quien repare todo el daño que causé —dijo el hombre, observando a su hija desde otro lugar. Alargó una mano, sabiendo que nunca podría tocarla. Por ahora, hasta que llegara el día que se encontraran otra vez—. Te espera un futuro brillante, Alana

—Alana —repitió la joven. Algo en su corazón le decía que ese era el nombre ideal para su pequeña hija—. Su nombre es Alana.

Y así, Alana creció como una niña normal, alejada de todo ese mundo de magia, aunque estaba conectada a esta desde otro plano, con su padre cuidándola desde lejos, esperando que llegara el momento adecuado para que tomara su lugar.

Sin embargo, el destino es un camino con diversas vías, algunas llegan al mismo punto, otras se cruzan entre ellas y algunas... algunas no van a ninguna parte.

Y el destino de Alana había cambiado en el momento que se encontró aquel celular con la magia de un genio, y aquel poder con el que fue bendecida despertó, poco a poco, tan lentamente que no fue consciente de esto hasta que fue demasiado tarde.

El poder de la magia sin límites se había escapado de su control, y tal como Sidi sabía, una decisión puede cambiar el destino de todos en un instante.

Por un momento pudo ver a su hija en el plano de la magia, permanecía quieta, serena, solo esperando despertar y cumplir su destino.

Destino que nunca llegaría, y Sidi lo sabía, lo supo desde qué Alana encontró al Apbakari encerrado en su objeto mágico, y los susurros de los Dioses le había revelado su destino, pero él no estaba dispuesto a perder esta vez. Haría lo que fuera necesario para doblegar ese destino maldito que se veía en su futuro. 

—¿No vas a hacer nada? —preguntó Kardelem mientras observaban a los tres jóvenes, que habían enredado sus destinos hasta estar siguiendo un único camino.

Sidi analizó la situación.

Su hija, el fruto de su magia en la tierra, ya no cumpliría su cometido. Sin embargo, este seguía en pie, en manos de aquel muchacho que seguía frente a ella, tan sereno como lo había estado Alana minutos atrás.

El podría ser la respuesta inesperada a esa solucion que buscaba con tanta desesperación. 

—Es el plan de los Dioses, Kardelem, podemos conocerlo, pero no interferir —murmuró, muy a su pesar.

Hizo lo correcto. Los susurros de los Dioses le decían que Asmodeo provocaría el apocalipsis en la tierra, y por eso lo había condenado a un objeto mágico, eternamente esclavizado a cumplir los deseos de los humanos.

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora