12. Alianza inesperada

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Alana

Me quedé de pie, frente al enorme enrejado fuera de la casa de Jayden sin saber por qué había acudido a ese lugar.

La reja automática se abrió antes que pudiera anunciar mi llegada, supuse que Jayden había sentido mi presencia y me estaba esperando, pero me llevé una sorpresa al acercarme a la puerta y ver al chico de cabello oscuro y ojos verdes que me abría.

Rainer era el mejor amigo de Jayden desde que eran pequeños, tuvieron una relación romántica en algún momento que rompieron por motivos que nunca quise preguntar. Según lo que sabía, ahora había vuelto a retomar esa relación pero sin ningún compromiso. Tal como el que tenía yo con Jayden.

Por eso entendía la mirada de desagrado que me dio cuando me acerqué a la puerta.

—Alana, tanto tiempo sin verte —dijo, a modo de saludo—. Jayden está dormido. Estaba algo inquieto.

—¿Por mi culpa? —quise saber. El no tener la magia cerca hacía que nos pusiéramos nerviosos y por eso nos buscábamos constantemente, pero lo había visitado hace solo un par de días.

—Quien sabe, parece ser que eres el problema y la solución a todo lo que le pasa —respondió.

No se me pasó por alto que seguía de pie, de brazos cruzados en el umbral de la puerta sin invitarme a entrar.

—Escucha... Se que no soy tu persona favorita...

—No, no lo eres.

—Pero no es mi culpa. Esto... esta magia...

—No me vengas con eso, Alana. Jayden me lo ha explicado suficientes veces para entenderlo a la perfección —interrumpió, con una mirada tosca—. Lo que no entiendo es porque tenías que acostarte con él.

—No quería... solo pasó...

Agaché la mirada. No soportaba que me observara de esa forma juiciosa en la que lo hacía.

—No me agradabas antes y tampoco ahora. Sabías lo que yo siento por él y te dio igual todo —me reprochó, bajando la voz para no ponerse a gritar—. En lo que a mí respecta, no mereces ni siquiera que te comprenda.

—Tienes razón —dije, asumiendo la responsabilidad—. Me dejé llevar por un impulso del que también me arrepiento. No era a Jayden a quien yo deseaba, pero me conformé con lo que él me daba. No lo volveré a hacer, puedes estar tranquilo.

—No estaré tranquilo hasta que salgas de su vida para siempre.

—¿Alana?

Rainer miró sobre su hombro al tiempo que yo miraba a la figura que aparecía en el recibidor tras él. Jayden, medio despeinado, se acercaba a nosotros con gesto confundido.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Yo... solo quería saber cómo estabas, pero ya me iba.

—¡No! —se apresuró a decir, dando un paso más cerca—. Es decir... hace mucho que no están los dos aquí, quizas... quizas podríamos...

—No, Jayden —interrumpió Rainer, dejándolo perplejo—. Estoy harto. Te entiendo, créeme que lo hago, pero no soporto la idea de pasarme la vida esperando a que tomes una decisión.

—¿De qué... de que hablas? —titubeó Jayden, mirándolo confundido. Yo tenía ganas de dar media vuelta, pero mis pies permanecían clavados en el suelo—. Creí que lo entendías... que estábamos bien.

—Pues no. No estamos bien. No estoy bien y me duele todo esto —exclamó, sin moderar el volumen de su voz esta vez. Una vez destapada la olla, imposible contener el vapor que se escapa con velocidad—. He tratado de ser comprensivo con tu situación, pero me estoy muriendo por dentro. No puedo más con esto y vas a tener que elegir. Es ella o yo Jayden.

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora