11. El camino correcto

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Geb

El departamento estaba hecho un desastre. En cuanto crucé el umbral de la puerta, no pude resistirlo más y mi frustración se manifestó como un tornado en el interior, destruyendo todo a su paso.

Lo tenía bajo control, por su puesto. Solo estaba perturbando este espacio, sin que el edificio o alguna de las personas que vivían ahí se vieran afectadas por mi pequeño descargo.

—¡Esto es culpa tuya! —gruñí con los ojos encendidos hacia el perro negro que se ocultaba bajo una mesa. La única cosa que permanecía en pie en el interior.

El tornado se hizo más amplio y cuando los vidrios estallaron al perder el control, caí de rodillas al piso, tomando aire con dificultad. Necesitaba calmarme.

—¿Ya terminaste con tu berrinche? —preguntó Sidi que había dejado de ser un perro y ahora se encontraba sentado sobre la mesa, con una pierna doblada y la otra colgando—. ¿O necesitas unos minutos más?

—Quiero ver a Karde —exigí.

—Lo siento. No está disponible para ti en este momento —comentó Sidi mirándose las uñas con despreocupación—. Solo me tienes a mí.

—Te prefiero como un perro.

—Y yo te prefiero lejos de mi hija, pero nadie obtiene lo que quiere. —Una sonrisa maliciosa se formó en su cara—. O espera... yo sí.

Lo taladré con la mirada con unas ganas enormes de borrarle esa estúpida sonrisa, arrancando directamente la cabeza de su cuerpo.

Me puse de pie sin saber donde ir o que hacer. Solo di vueltas por el salón destruido.

—¿Por qué? ¿Por qué me olvidó de nuevo? —dije, hablando para mí mismo—. Siento que cada paso que doy me aleja tres más. ¿Qué estoy haciendo mal?

—Tienes preguntas. Y yo tengo respuestas —murmuró Sidi—. Puedes hablar conmigo.

—No tengo nada que hablar.

—Vamos, Geb. Considerando que estás enamorado de mi hija, deberías tratarme con más respeto. Podríamos ser familia.

Le di una mirada, entre horrorizado y consternado. Me acerqué a grandes zancadas, amenazándolo con mi índice.

—Tú no eres el padre de Alana. Ella no tiene padre, y en lo que a mi concierne-

Sidi me tomó con fuerza de la muñeca y de un momento a otro, aparecimos en su fortaleza.

Caí de culo al suelo por el repentino cambio y miré a mi alrededor. Estábamos en la sala de entrenamiento.

—¿Por qué me has traído aquí?

—Levántate. Pelea conmigo.

Me puse de pie, no porque me lo ordenara, sino por orgullo. Por mucho que fuera el Rey, él jamás tendría un poder sobre mí.

Me quité la chaqueta que llevaba, mientras él dejaba caer al suelo una especie de túnica abierta sin mangas y se quedaba solo en pantalón negro y una camiseta interior blanca.

—Atácame.

No necesitó decirlo dos veces. Concentré mi energía en mis manos, y lancé todo mi poder furioso contra él.

En el plano terrenal, la magia no era visible y solo interactuaba con los elementos. Pero en el plano mágico, absorbía la energía de su entorno y yo era mucho más poderoso.

Aun así, Sidi esquivo mi ataque y en un rápido movimiento llegó a mi lado y me aprisionó con una llave, sujetándome por el cuello.

—¡Defiéndete!

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora